Fracasos cantados, por Simón Boccanegra
Se informa que el gobierno adquirió el 82,7% del capital accionario de Invepal, quedando la cooperativa de los trabajadores con apenas el 17,3%. Se recordará que esta empresa, denominada Venepal cuando era privada, fue a la quiebra y el gobierno la tomó para llevar adelante una experiencia cogestionaria.
El Estado mantuvo el 51% de las acciones y los trabajadores el 49%. En la práctica los trabajadores nunca participaron realmente de la gestión de la empresa, la cual, por lo demás, siguió tan quebrada como antes. La nueva situación simplemente sincera el asunto. Invepal adquiere definitivamente el perfil de una empresa estatal, cuyo estado de quiebra será permanentemente disimulado por las transferencias del fisco nacional y en la cual los trabajadores son simplemente asalariados al servicio del Estado, sin arte ni parte en la conducción de ella.
El gobierno no ha hecho otra cosa que desacreditar una idea fecunda como la de cogestión, porque encima de tratar de materializarla con empresas quebradas, las ha dejado abandonadas a su suerte –como también hizo con las cooperativas. Era un fracaso cantado. Por otro lado, las empresas nacionalizadas ya muestran los claros síntomas de la ineficiencia y la corrupción. Chacumbele dice que los apagones en Caracas se deben a que sus dueños anteriores no hicieron las inversiones necesarias.
Lo que no nos explica es por qué, sin embargo, antes no había apagones y ahora sí. ¿Cómo explicar las frecuentes fallas telefónicas? ¿Cómo explicar el progresivo deterioro de Sidor? Chacumbele gusta hablar como si apenas estuviera llegando al gobierno. La verdad es que el suyo es ya dos veces el gobierno anterior. Diez años son dos gobiernos anteriores, de los de cinco años. Se necesita ser un caradura de tomo y lomo para continuar atribuyendo a sus antecesores las culpas del actual desastre administrativo. Pero ya comenzó a encontrar otro culpable: la crisis económica mundial. Primero decía que estábamos blindados. Ya se dio cuenta de que esa crisis es la coartada perfecta para la terrible nulidad que ha resultado su administración.
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