Fuerte devaluación de fin de año en Venezuela pone en duda proyecciones de 2023
Ofrecer un informe sobre las perspectivas económicas 2023 para Venezuela es un tema difícil de hacer. Aunque los cálculos de consultores privados y de organismos multilaterales como el FMI y la Cepal señalan que el país seguirá creciendo, aún mantiene serias limitaciones para expandirse de manera real y depende en gran medida de algunos factores como las sanciones. Entre las limitantes destaca la inestabilidad cambiaria y la constante devaluación del bolívar que podría llevar al traste los esfuerzos para contener la inflación
Después de siete años de contracción económica, un incremento récord de los niveles de pobreza y un proceso hiperinflacionario de tres años, Venezuela vuelve a tener crecimiento en 2022; pero enfrenta limitantes para mantener un crecimiento sostenido: muy bajo poder de compra de los salarios y aumento del costo de la vida en dólares, irregularidad en la provisión de los servicios públicos básicos, escasez absoluta de crédito, y en general, un país aislado aún con baja conectividad comercial que afecta a una industria petrolera que apenas da señales de tibia recuperación, sostuvo la consultora Ecoanalítica en un reciente informe con el cual coinciden expertos y analistas económicos.
Con este resumen de lo que fue la «recuperación» de la economía en 2022, entre comillas sí, porque para muchos Venezuela solo está recuperando los kilos que perdió pues ya no podía enflaquecer más, se han proyectado varios escenarios de crecimiento de la actividad económica para 2023 las cuales van desde 4,7% hasta 9%. No obstante, las dudas sobre cómo será esta expansión comienzan a surgir tras la fuerte devaluación que tuvo el bolívar desde noviembre pasado y que se mantuvo con fuerza en las dos primeras semanas de diciembre.
El precio del dólar en el mercado paralelo de divisas tuvo un alza en poco menos de dos meses de 97,3% desde el 1° de noviembre cuando cerró en 9,03 bolívares versus los 17,82 bolívares del 26 de diciembre. Mientras que el tipo de cambio oficial del Banco Central de Venezuela (BCV) hizo lo propio al aumentar 92,7% al pasar de 8,59 Bs/$ a 16,56 Bs/$.
La devaluación origina una pérdida del valor del bolívar en medio de las dificultades del país para seguir creciendo debido, entre otras cosas, a una reducción significativa de los ingresos petroleros por la baja del precio del crudo en el mercado internacional y la imposibilidad de producir de Pdvsa tras las sanciones de Estados Unidos y la falta de inversiones en la industria petrolera nacional.
La inflación ha podido estabilizarse luego de fuertes medidas por parte del BCV que contrajeron los créditos bancarios y en consecuencia limitó la recuperación de sectores claves en la economía. Por otra parte, a pesar de varias decisiones gubernamentales para aumentar la recaudación interna con el impuesto a las divisas (IGTF) y el aumento en las tarifas de los servicios públicos, la administración de Nicolás Maduro continuó con una drástica reducción del gasto.
De acuerdo con el BCV, el Indice Nacional de Precios al Consumidor (INPC) llegó a 130.060% en 2018, mientras que la tasa acumulada del año 2022 hasta octubre de 119,4% denota los esfuerzos para contener la inflación. Varias estimaciones de consultoras económicas privadas señalaron que para 2023 el aumento de los precios de bienes y servicios podría estar finalmente en dos dígitos luego de muchos años (80% a 98%), y otros proyectan hasta 125%.
Sin embargo, resaltan que si el ritmo de la devaluación se presenta similar a la de los dos últimos meses de 2022, podría dar al traste con estas proyecciones y hasta el país volvería a estar entrampado en una nueva hiperinflación.
A juicio del economista-jefe de la consultora Anova Policy Research, Omar Zambrano el que se haya usado el tipo de cambio para controlar la inflación «siempre es un ejercicio riesgoso», pero lo es aun más en un país que tiene enormes dificultades para generar dólares ya que el sector petrolero «está en terapia intensiva» y no tiene acceso a mercados internacionales. Recordó que el Banco Central inyectó miles de millones de dólares sosteniendo una tasa de cambio que era insostenible, pero que «en el camino mató cualquier posibilidad de reactivación en otros sectores», y subsidió un boom de consumo suntuario, «aderezado de caviar, champán y restaurantes voladores».
Por otra parte, destacó que la «disciplina» fiscal vía salarios públicos «mató de hambre a maestros, médicos, enfermeras y bomberos», para no generar desequilibrios en el mercado de divisas que presionaran la tasa de cambio. Pero que esta medida se tradujo en una disciplina sin institucionalidad, sin presupuesto y sin credibilidad.
«Dejar avanzar la dolarización, sin dolarizar formalmente, produjo un rebrote de la actividad económica pero le puso un techo bajo, pues chocamos con la restricción externa: Venezuela no produce suficientes dólares, no sin petróleo, no sin acceso a mercados internacionales», apuntó Zambrano.
Explicó que este es el contexto de la «extrema inestabilidad monetaria» que se ha observado desde noviembre ya que el gobierno obligado a relajar la «disciplina» fiscal, aumentó 15% semanal la cantidad de dinero, en un contexto donde la demanda de bolívares está muerta y no hay dólares suficientes.
«Este episodio es igual a otros: la insostenibilidad del sector público, con instituciones monetarias inexistentes, produce un ajuste abrupto sobre la capacidad de compra de los ingresos vía devaluación. Este camino nos llevó a la hiperinflación y nos puede hacer regresar a ella», afirmó Zambrano.
Según datos de Focus Economics, elaborados por LatinFocus Consensus Forecast, para el próximo año se prevé que la inflación en América Latina disminuya, aunque la mayor de todos los países será la de Venezuela.
Focus Economics espera que el INPC venezolano sea de 123%, alimentado por una mayor devaluación del bolívar, la persistente insuficiencia de oferta interna (derivada de la limitada capacidad productiva del país) y el encarecimiento del costo de vida también en dólares. En el supuesto de que EEUU suavice las sanciones decretadas contra la administración de Maduro, esta proyección podría reducirse.
A pesar de ello, señalaron que Venezuela será la economía de la región que más crecerá en 2023, acelerándose 4,9%.
Leonardo Vera, economista y miembro de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, resaltó que Venezuela, al contrario de lo que muchos piensan, no ha salido de la hiperinflación por la gracia de las políticas del BCV, sino por un proceso de desmonetización al que se suele llegar «después de infligir mucho y prolongado dolor inflacionario». Sin embargo, afirmó que aún se puede «salir de la pesadilla inflacionaria en Venezuela sin atacar a los que menos tienen».
Explicó que el régimen cambiario ya está transitando hacia uno de mayor flexibilidad con una corrección importante de la sobrevaluación acumulada por la fijación insostenible del tipo de cambio, por lo que la meta debe ser llegar a una tasa real competitiva (que no genere expectativas de ajuste) y consolidar un régimen de flotación que no necesariamente signifique inestabilidad.
«Un mercado de monedas libre, ágil, de fácil acceso, sin fricciones, transparente y con plena información, debería muy rápidamente proveer la estabilidad sobre la meta de un tipo de cambio real competitivo», dijo en un artículo de su autoría publicado en POLÍTIKA UCAB.
Señaló Vera que la estabilidad cambiaria requiere de un fondo significativo de reservas en divisas, la asistencia del FMI y los Derechos Especiales de Giro (DEG) acumulados por Venezuela son claves al respecto. «El salto inflacionario que el ajuste inicial del tipo de cambio provoca es inevitable, pero la convergencia a tasas bajas puede lograrse si un ancla en las expectativas y en la dimensión monetario-fiscal puede lograrse conjuntamente la desincronización en los ajustes de precio es detenida».
Para el próximo año, sostiene que es necesario «quebrar las expectativas inflacionarias y podemos hacerlo con ciertas reformas institucionales tempranas en el ámbito monetario» y, para eso se precisa de un proceso de reforma monetaria que comience por una modificación rápida y temprana de los estatutos del BCV, de su directorio, del manejo de la información que tiene carácter público, así como del proceder de la política monetaria y la fórmula con que se transmite al público. «Recobrar la credibilidad y reputación de la autoridad monetaria es esencial», dijo.
La política monetaria puede en efecto ser «expansiva» de cara a un año 2023 de mucha campaña política pre elecciones presidenciales, pero en función del crecimiento de la demanda de dinero del público, sostiene Vera. «Ese intento de acoplar en lo posible, el comportamiento de la oferta monetaria con el comportamiento de la demanda de dinero se hace mucho más fácil en un ambiente de inflación alta, donde la demanda de dinero está prácticamente condicionada al curso que toma una sola variable: la tasa de inflación. En la medida que el curso de la tasa de inflación sea a la baja y predecible para el público, la demanda de dinero debe incrementarse y hacerse igualmente predecible para las autoridades».
Considera Vera que si se logra estabilizar el tipo de cambio, se puede regularizar un sistema bimonetario que ya existe de facto en el país y aprovechar la dolarización para promover el marcaje total de precios y salarios en dólares, una acción que, junto con el quiebre de expectativas, ayudará a parar los ajustes desincronizados de precios en seco. «La desdolarización de la economía es un asunto que podrá proyectarse hacia futuro y queda atada al comportamiento de la demanda de dinero nacional».
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Para Asdrúbal Oliveros, director de Ecoanalítica, la economía entró en «una especie de letargo» en el segundo semestre de 2022 cuando aumentó el descuento para vender el petróleo venezolano, se avivaron las presiones para aumentar el gasto público afectando la política inflacionaria, mientras que el consumo de los venezolanos se desaceleró y el mercado cambiario tuvo fricciones importantes tanto en el oficial como en el paralelo.
«El país se enfrenta a una economía que no se ha arreglado» e indicó que aún no hay confianza, ya que sigue mostrando problemas estructurales: forma parte del Top 6 de países sancionados, no puede cubrir las necesidades de financiamiento del sector privado, se mantiene la restricción de oferta de la economía, el consumo es muy limitado y la sostenibilidad fiscal es precaria. «Todo esto hace que la senda de recuperación sea limitada», dijo.
Los cálculos de Ecoanalítica para 2023 resaltan un crecimiento del PIB de 4,7%, poco más de 4 puntos porcentuales menos que en 2022 cuando se espera el crecimiento cierre en 9%. Prevé que el PIB petrolero sea de 7,9% y el PIB no petrolero en 3,7%, en un escenario de producción de crudo de 835,5 barriles diarios a un precio de 66,4 dólares para la cesta petrolera venezolana.
En cuanto al tipo de cambio, Oliveros proyectó que estará en 21,73 Bs/$ el oficial del BCV y en 22,19 B s/$ en el mercado paralelo para el primer semestre del año próximo.
Oliveros proyectó que la inflación se puede mantener en el rango de 150%, pero que todo dependerá de lo que haga el gobierno. «No necesariamente con lo que estamos viendo en estas últimas semanas nos puede decir con claridad lo que será 2023. Pero si no hay cambios y no hay comprensión del problema, en 2023 podremos tener unos niveles de inflación elevados que pueden meter al país nuevamente en una zona de peligro. Eso podría llevar a Venezuela nuevamente a considerar la posibilidad de la hiperinflación», alertó en una entrevista al Circuito Éxitos.
En vista de esa posibilidad, señaló que es «muy importante» que se tomen correctivos lo más pronto posible para evitar volver a un escenario hiperinflacionario. «Sería muy doloroso», recalcó.
De lo que se puede esperar en 2023 también Ecoanalítica señala que los escenarios de crecimiento estarán sujeto a factores claves como la potenciación de la industria petrolera, la moderación sanciones, la mejora de servicios públicos y el acceso a financiamiento.
Prevé un «aumento del gasto público en año previo a elecciones, alza del costo de la vida en dólares y un consumidor que será más exigente». Mientras que una mayor presión cambiaria, dependerá del gobierno y el avance que permita de la dolarización.
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Sin cambios en la política económica, el comportamiento de los agregados monetarios estará determinado por las restricciones de las finanzas públicas, así como también la alta inflación asociada con dicho fenómeno. Las medidas que se han venido usando para reducir este problema, como el alto nivel de encaje bancario y las severas restricciones al crédito, continuarán en todo caso (y sin resolver el problema inflacionario) afectando el desempeño del sistema financiero, se indicó en un Informe de Coyuntura de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB).
«A pesar de que se ha reducido significativamente la tasa de inflación, es probable que al cierra de 2022 Venezuela siga siendo la economía más inflacionaria del mundo; lo que además, podría mantenerse en 2023. Desde luego que el factor fundamental que seguirá explicando este resultado es el financiamiento monetario del gasto público, aunque ahora hay que añadir las presiones inflacionarias de los países proveedores de bienes y servicios importados», destacó el documento.
Los economistas del Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales de la UCAB que participaron en este informe señalaron que las dificultades para continuar con el financiamiento monetario y la necesidad del gobierno para avanzar en el proceso de estabilización interna en vista de la fase del ciclo político-electoral que se avecina, explican la atenuación en la tasa de variación de los precios internos.
«Esto ha supuesto una importante reducción del gasto público y el mantenimiento de severas restricciones a la expansión del crédito bancario, factores que se asume seguirán predominando en 2023. Sin embargo, las ganancias futuras en la reducción de la tasa inflacionaria pueden ser escasas, siendo cada vez más difícil reducir su nivel, dadas las múltiples restricciones que hoy limitan la efectividad de la política antiinflacionaria».
La tasa de inflación anual en 2022, se estima puede cerrar en 125%. Para 2023, en el escenario más optimista, se espera que pudiera alcanzar 80%, dice el informe. «Lograr este resultado implicaría llevar a cabo una férrea disciplina fiscal y alcanzar una eleva estabilización del tipo de cambio, metas que se hacen difíciles de conseguir en un año preelectoral».
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