Gas del bueno contra los buhoneros, por Simón Boccanegra
Durante la «década de plata» el sector económico que más ha crecido es el informal, en particular, la buhonería. Los buhoneros son una ubicua nota distintiva del paisaje urbano de nuestras grandes ciudades. Son la muestra más clamorosa del fracaso de la política económica de Chacumbele. Éste se jacta de las tasas de crecimiento del PIB, pero nunca se fijó (o se hizo el loco) ante la deforme, contrahecha, naturaleza de ese crecimiento.
La economía creció por el desbordante gasto público, por un incremento del consumo satisfecho por las voluminosas importaciones, pero los sectores productivos fueron los que menos crecieron. Esa economía supuestamente en crecimiento no creó empleos formales. El INE disfrazó el desempleo con trucos como el de considerar «empleados» a los beneficiarios de las misiones o a quienes hubieran trabajado aunque fuera una hora durante la semana anterior a sus encuestas. Lo que no pudo disfrazar fue la buhonería, evidencia inocultable de una economía con mucha plata en la calle pero sin puestos de trabajo suficientes para absorber la población en edad de trabajar. Diez años perdidos.
Diez años durante los cuales fue malbaratada una enorme disponibilidad de recursos y durante los cuales se hostigó a los sectores productivos con tanta saña que la inversión privada se vino a pique. Esta enorme expansión de la buhonería ya existente es hija legítima de una política económica fracasada. Ahora el gobierno desconoce a sus hijos. Los ve como un incordio, no sabe qué hacer con ellos y, carente de formulas creativas, apela a lo de siempre: perdigones y gas del bueno. Esta vez les tocó a los buhoneros de El Cementerio, que el lunes pasado supieron con qué se come eso del «socialismo del siglo XXI».
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