Geopolítica, geoeconomía o geoidelogía, por Felix Arellano
La geopolítica, como una de las interpretaciones de las relaciones internacionales, que asigna especial importancia a la geografía como estímulo o motor de acciones por parte de los Estados, es relativamente reciente, pues formalmente la reconocemos a partir de 1900, con la obra del sueco Rudolf KJ Ellen “Introducción a la geografía sueca”; pero con el tiempo, ha logrado relevancia y transformaciones, una de sus variantes, la geoeconomía que concentra la atención en la vinculación de los recursos naturales con la acción política, en buena medida, el control de las fuentes naturales de recursos estratégicos. Más recientemente pudiéramos hablar de la geoideología, pues los movimientos ideológicos radicales le asignan particular importancia a la expansión geográfica, la exportación del modelo, el control de espacios y a la construcción de un entorno favorable o sumiso a sus intereses.
El control de espacios ha sido uno de los temas centrales en la dinámica mundial. La idea del poder estrechamente vinculada a la posesión de grandes espacios, de allí la preocupación de los grandes imperios en la historia de la humanidad por extender sus fronteras; vastos territorios, pero también muchos recursos naturales que controlar. Encontramos bastantes ejemplos que ilustran históricamente tal tendencia, pero siempre recordamos: las campañas de expansión de Alejandro Magno, o el Imperio Romano o Gran Bretaña como la reina de los mares, cuyo imperio abarcó el planeta,
En buena parte de la historia la expansión por controlar mayores espacios se acompañó del uso de la fuerza, los grandes ejércitos orientados a la invasión de territorios. Control de territorios y de recursos estratégicos han sido de los principales motivos que han generado conflictos e incluso guerras. Los ejércitos de ocupación es una de las imágenes que caracterizan la historia universal. Pero también en las religiones la ocupación de espacios mediante el adoctrinamiento o, de ser necesario, por la fuerza, como las cruzadas o como el yidahismos islámico; ilustra sobre la importancia de controlar territorios para garantizar un mayor número de fieles.
Con la innovación técnica y tecnológica; pero también con las transformaciones políticas y jurídicas se va reduciendo el papel del uso de la fuerza: ahora, los procesos de expansión y control se van tornando más sofisticados. Van surgiendo nuevas modalidades, como la expansión de las inversiones que se acompañan de instrumentos jurídicos para lograr estabilidad jurídica y rentabilidad. Ya no es necesario asumir directamente los gobiernos para lograr condiciones beneficiosas; por el contrario, los países compiten para ofrecer las mejores condiciones que permitan la atracción de inversiones.
En estos nuevos procesos de expansión predomina la apertura de mercados o la conformación de mercados ampliados. Es el contexto para la promoción de las negociaciones de las zonas de libre comercio y de los mega acuerdos de apertura comercial. En términos técnicos y productivos también tiene que ver con la conformación de cadenas globales de valor; la producción a escala mundial de productos, sujeta a la participación de varios países, lo que es posible según sus mejores condiciones de competitividad, de seguridad jurídica y de estabilidad social. No se está pensando en ejércitos para controlar mercados y por lo general cuando participan tienden a resultar muy ineficientes.
Movimientos críticos, particularmente de izquierda, han cuestionado duramente los procesos de expansión geoeconómica con argumentos como el capitalismo salvaje, asumiendo que solo beneficia exclusivamente a los grandes capitales, en detrimento de los sectores populares, pero desconociendo los beneficios que puede aportar en la generación de empleos y de bienestar social. En nuestra región, en varios países, algunos de los movimientos críticos miembros del Foro de San Pablo, han logrado llegar al poder por la vía del voto, ha sido el caso del movimiento bolivariano en Venezuela y, una vez en el poder, han iniciado un proceso de expansión, con el objeto de crear una entorno favorable a sus intereses, conformando lo que podríamos definir como una geoideología.
Los movimientos radicales, populistas y autoritarios en el poder, tratan de conformar un ambiente favorable para eliminar posibles controles o limitaciones a su soberanía, es decir, a sus arbitrariedades. Desde esta perspectiva geoideológica, varias de las instituciones existentes en las relaciones internacionales tienen que ser modificadas o eliminadas. Para ellos resultan inaceptables controles internacionales o normas supranacionales o normativas de aplicación inmediata y preferente o sentencias externas que se deben cumplir, o instituciones externas que deben supervisar y controlar, o normativas que sean de carácter universal y no prescriban como es el caso de los derechos humanos.
El proceso bolivariano ha trabajado intensamente desde esta perspectiva geoideológica y, al respecto podemos apreciar, entre otros, el retiro de la Comunidad Andina por rechazar el Tribunal Andino de Justicia, o el retiro del Tratado de San José que crea el Tribunal Interamericano de los Derechos Humanos, más recientemente el retiro de la OEA. Pero también ha sido muy creativo para promover un entorno multilateral favorable y junto a otros gobiernos autoritarios como Cuba, Nicaragua y Bolivia han promovido la ALBA y en alguna medida han tratado de controlar la Unasur y la Celac.
Desde la geoideología se aspira una institucionalidad multilateral sumisa, complaciente, sin mayores atribuciones ni autonomías que, al mejor estilo militar, solo ejecute las instrucciones que adoptan los gobiernos. Las geoideología están en contravía de los grandes cambios que se promueven en las relaciones internacionales con el objeto de democratizarlas y humanizarlas.
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