Gloria al bravo pueblo, por Teodoro Petkoff

Primero lo primero. La convocatoria del RR habría podido ser, como en California, por ejemplo, un proceso relativamente banal, un episodio normal de la vida democrática, pero Chávez y el chavismo lo rodearon de una alambrada de púas tan espesa, inventaron tantos obstáculos, colocaron tantas vallas para desafiar la paciencia del pueblo, que el resultado de los reparos adquiere proporciones épicas. La gente sencilla, común y corriente, que marchó una y otra vez, que retó peligros a los cuales no estaba acostumbrada, que venció su propio escepticismo –desoyendo a quienes creían poder sacar partido de tal descreimiento para provecho propio– y sólo preguntaba dónde tenía que firmar, esa gente, parte del bravo pueblo de la canción patria, transformó la larga marcha hacia el RR en una modesta epopeya democrática. Con esos venezolanos y venezolanas, el país ha adquirido una impagable deuda de gratitud.
Pero tal logro no habría sido posible de no haber estado cobijado por una estrategia política correcta. ¿Por qué ha alcanzado este éxito la oposición? Porque sobre esas simplificaciones acerca de la «dictadura totalitaria» que presidieron las tácticas que condujeron al golpe de abril del 2002 y al disparatado paro indefinido posterior, se impusieron los criterios de que, aun con los fuertes rasgos autoritarios del régimen, la democracia venezolana no ha desaparecido y que, incluso dentro del contexto de la república chavista, existe un margen significativo para la acción política. Recuperado el control de la CD, que había sido confiscada por ciertos poderes fácticos, la oposición se montó sobre la «ruta democrática», sobre la Constitución, se deslastró de los sectores golpistas, se deslindó de ese locaje cuya última mamarrachada fue la de los paramilitares colombianos, y mantuvo con firmeza, sin caer en ninguna provocación, con paciencia y serenidad, la línea de exprimirle todo el jugo a la Constitución y a la ley. Esto fue comprendido y acatado por la inmensa mayoría de la base opositora y con ello la propuesta política adquirió nervio y músculo.
Por supuesto, se ha ganado un round, pero todavía queda mucho por hacer. El adversario ha recibido un knock down, pero ya se paró y volvió al centro del ring. No debe subestimársele y mucho menos ahora, cuando el hombre sabe que se va a jugar su destino en los próximos meses. De hecho, ayer mismo comenzó su campaña electoral. Lo que viene es Chávez contra Chávez, Chávez sí o no. Va a echar el resto. Ya Rangel lo advirtió crudamente: «utilizaremos todos los recursos del Estado –como si no lo hubieran hecho hasta ahora y del modo más abusivo que recuerda la historia del país–, pero esta vez también tiene enfrente a un adversario tonificado por la victoria, moralizado porque comprobó que el otro no es invencible, y con la conciencia de que el terreno donde se gana es el de la democracia y de ese no se va a dejar sacar.