Gobierno destructor, por Teodoro Petkoff
La expropiación del hotel Margarita Hilton es un paso más en el camino de ensanchar el ámbito de la intervención del Estado en la economía. El mismo día aparece la noticia (El Universal) del estado en que se encuentra la empresa estatal de transporte público urbano e interurbano conocida como Sitssa, por sus siglas. Doscientas unidades completamente nuevas, fabricadas en Brasil, fueron puestas en servicio, a partir de abril de 2007. Dos años después, sólo quince de ellas continúan en operaciones y las 185 restantes están transformadas en chatarra, completamente abandonadas en los patios del Terminal de Oriente. ¿Qué destino espera al Margarita Hilton? Se puede apostar que no transcurrirá mucho tiempo para que le pase lo del ex Caracas Hilton, ahora Alba, deteriorado hasta el punto de que sus cinco estrellas anteriores de broma llegan hoy a dos.
Este es uno de los puntos con el desarrollo del Estado-empresario. Para los venezolanos, acostumbrados –y educados en esa cultura– del Estado intervencionista, propietario de las más variadas empresas, el capitalismo de Estado no es ninguna novedad y difícilmente se nos puede hacer creer que se trata de una proposición revolucionaria y mucho menos socialista. Lo que nos preocupa es que esas empresas funcionen bien, sean eficientes y presten servicios adecuados y no sean focos de corrupción. Pero, nuestra experiencia con las empresas gerenciadas por el Estado no es buena.
Todas están financieramente quebradas y subsisten gracias a las transferencias de plata que hace el fisco nacional; todas están tecnológicamente obsoletas; todas están sobrecargadas de personal y todas prestan servicios deficientes o producen muy por debajo de su capacidad instalada.
El caso de Sidor es dramático.
En un año su producción cayó de un poco más de cuatro millones de toneladas anuales de acero a menos de tres millones; las ganancias que producía son hoy pérdidas enjugadas por el fisco; de un record impecable de seguridad industrial, sin víctimas fatales, en un año han fallecido seis obreros en ac-cidentes graves y líneas en-teras de producción están paralizadas por manejo in-adecuado y falta de mantenimiento. Lo del complejo del aluminio es peor y lo del sistema eléctrico se mide en apagones, que ya llegaron también a Caracas, después de diez años de paralización de la inversión. Si faltara un ejemplo, el del Metro de Caracas no puede ser más elocuente. Está lejos de ser la tacita de oro que una vez fue.
El otro punto con las estatizaciones es que ellas tienen lugar dentro del marco de un gobierno autoritario, autocrático, militarista, que hace del control de las empresas un mecanismo de control social y político de sus trabajadores, de sus proveedores y de sus clientes. Las estatizaciones no responden a un criterio de eficiencia económica sino a uno puramente político: el de concentrar el máximo poder posible en el gobierno y su caudillo. Las economías más prósperas del mundo y las que mejor han enfrentado la crisis actual son aquellas que han aplicado un criterio sabio: «tanto mercado como sea posible; tanto Estado como sea necesario». Chacumbele está ebrio de estatismo y por ese camino nos está llevando a la ruina económica.