¡Golpe no!, por Teodoro Petkoff
Obviamente los catorce generales y almirantes (los mismos del 11 de abril) que ayer se pronunciaron contaban tanto con una reacción de los sectores civiles como, sobre todo, de sus compañeros de armas. De lo contrario, no se comprendería su gesto. Nada de esto se produjo ayer. Podría pensarse que hubo un error de cálculo, una apreciación equivocada de la situación (imperdonable, por lo demás, en militares). Puede decirse, pues, que este llamado a la rebelión militar como medio para resolver la crisis política no ha tenido eco. Por ahora. Hemos insistido en que ni el golpe ni el autogolpe militar son soluciones para esta crisis. Hoy lo ratificamos. El camino hacia la salida es el de la movilización civil y política. La vía que las recientes acciones de la oposición democrática ha venido perfilando. La vía que debe conducir a que el pueblo decida, a través de una consulta electoral, su destino inmediato. La marcha del 10 de octubre propuso al país una meta electoral y el paro la convalidó. La oposición debe perseverar en ese camino y contingencias como esta no deberían desviar la política que ha trazado. Es un camino duro y difícil, que exige trabajo y tenacidad, pero es el camino. La «pica» del golpe militar termina en un barranco. Por lo pronto, internacionalmente, no ha hecho sino reforzar la posición del gobierno.
Ahora, vista la cosa desde otra perspectiva, el pronunciamiento de Medina Gómez y sus compañeros añade una nueva demostración, si es que hiciera falta, de la profundidad y gravedad de la crisis política. Cualquier gobierno tan incesantemente jaqueado desde hace un año y al cual en los últimos veinte días le han propinado una marcha gigantesca, un paro nacional y ahora un pronunciamiento público de una veintena de oficiales superiores, entendería que no puede continuar, cual autista, mirándose el ombligo, negando la gravedad de la situación e insistiendo, por boca del vicepresidente, en la «normalidad» del país. No, un país donde están pasando estas cosas no vive una situación normal. El gobierno debe entender que no puede, ni podrá, gobernar excluyendo a la mitad de la población y en particular a su clase media. La conducta de desdén y minimización de la protesta ciudadana no puede sino acentuar progresivamente la crisis de gobernabilidad que casi hora tras hora se agrava. La próxima visita de la misión de la OEA tendría que ser una ocasión propicia para que se abra juego entre gobierno y oposición a fin de discutir las soluciones democráticas a este verdadero embrollo. Si gobierno y oposición coinciden en rechazar el golpismo como opción, entonces están en la obligación de diseñar una solución que le quite oxígeno y abra salidas. De lo contrario, por mucho que lo que haya al final del atajo golpista sea un despeñadero, llegará un momento en que buena parte del país preferirá lanzarse por este.