Golpismo como coartada, por Teodoro Petkoff
Todo el mundo recuerda el cuento infantil del ladrón que huyendo de sus perseguidores trataba de desviar la atención de estos señalando hacia otra persona al tiempo que le gritaba “ladrón, ladrón”. Se acuerda uno de estas cosas cuando lee hoy a alguno de algunos plumíferos del régimen insistiendo en el tema de que la “derecha” (lo cual, por extensión, implica, según el vocabulario de esos escribidores, a la oposición en general) está “montando un golpe”.
Para algunos sería, un “golpe a la chilena”, preparado (como en efecto lo fue, ciertamente) por un conjunto de actos y movilizaciones previas que crearon el ambiente para el posterior alzamiento militar. Otros hablan de un “golpe a la Libia” y no hay quien no pronostique un madrugonazo a la hondureña. En otras palabras, aquí habría un golpe andando y hay para todos los gustos.
Sin embargo, curiosamente, esos tipos, que ven en cualquier protesta popular, un signo de golpismo en marcha, no han emitido una sola palabra ante las rotundas y públicas amenazas de golpe de Estado, provenientes de unos pocos pero muy connotados generales y almirantes, si es que, arguyen estos, el candidato Hugo Chávez fuera derrotado en las elecciones presidenciales.
Es pues, el cuento del ladrón que huye. Porque es lo que hacen cuando “teorizan” sobre un golpe inexistente, obviando las que, en tanto que amenazas y declaraciones de altos jefes militares pueden ser consideradas con toda propiedad como preparativos políticos para una aventura sediciosa. Hablan de unos “golpistas” fantasmagóricos, pero se hacen los locos ante quienes abiertamente manejan la idea de alzarse contra la voluntad del pueblo. Es el colmo del cinismo.
Es cierto que en este país existe una intensa movilización social y que por todas partes brotan grupos populares reclamando derechos conculcados o promesas incumplidas. Lo interesante es que no sólo buena parte de esas protestas proviene precisamente de la frustración de quienes hace años confiaron en Chávez, sino que casi todas tienen un carácter pacífico y distan de operar como pretextos para la fabricación de un ambiente antidemocrático. Incluso las movilizaciones obreras en Guayana, que son de las más poderosas y las más reprimidas también, jamás se descarrilan de los rieles sindicales y legales.
Si a esto unimos el caos administrativo en que el gobierno tiene sumido al país, donde nada funciona bien, se puede comprender porque aparecen estas recientes lucubraciones sobre un “golpe de la derecha”.
Es un mecanismo de intimidación, un espantapájaros. Al obrero que protesta, al ama de casa que reclama, a los sin techo que lo exigen, se les está queriendo decir “si coges la calle eres un golpista, o eres cómplice de los golpistas”. Es un truco viejo, tan viejo como el del ladrón que apunta hacia un inocente, y no les va a dar resultado. Entre otras cosas, porque si existe un potente factor antigolpista hoy en Venezuela es la visible voluntad democrática de la MUD y sectores afines. ¿Quién que va a ganar unas elecciones comprometería ese triunfo en una aventura? En cambio, no es nada casual que quienes sienten el piso moverse y el cosquilleo de la derrota recorrerles la espalda sean los que amenazan con alzarse. Para eso, para montar la escena, cuentan con los teóricos del “golpe de derecha”.
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