Good morning, Somalia, por Carolina Gómez-Ávila
Twitter: @cgomezavila
Si lo que informa Fundaredes —oenegé con más de 15 años de presencia en los estados fronterizos Táchira, Apure, Zulia, Falcón, Bolívar y Amazonas— refleja los hechos, tenemos 8 grupos armados (4 guerrilleros y 4 paramilitares) haciendo vida cómodamente en 19 estados del país desde hace un buen tiempo.
Pero que ya estemos contando las víctimas mortales de enfrentamientos entre ellos y percibiendo la opacidad del Estado para informar, es otro nivel. Uno que nos hace pensar que estamos entrando en la categoría de Estado fallido.
La verdad es que, para el Derecho internacional, no existe tal cosa como un Estado fallido porque, para el Derecho internacional, un Estado que no actúa como tal no deja de ser un Estado. Pero para la comunidad internacional, es importante definir el proceso de deterioro de un Estado en el cumplimiento de sus obligaciones económicas, políticas y sociales. Lo es para tomar previsiones sobre sus intereses y, en función de ello, decidir si intenta evitar la desintegración.
Además, no olvidemos que cuando los conceptos no son jurídicos, son políticos. Pronto veremos a los politólogos corriendo a caracterizar las alternativas de su interés: frágiles o en situación de fragilidad, fracasados, débiles, desestructurados, en crisis, vulnerables, en descomposición y colapsados, se postularán como competidores a Estado fallido, porque cada uno tiene distintas consecuencias políticas internacionales.
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En todo caso, Estado fallido, más que un conjunto de características a las que se llegó, es un término que describe un deterioro continuo en asuntos básicos: no provee infraestructura, no logra recaudar impuestos, no tiene el monopolio de la fuerza ni controla el territorio, no es capaz de asegurar a la población servicios y necesidades esenciales ni de proteger sus derechos políticos. Estamos hablando de un larguísimo proceso, del que en Venezuela podríamos estar viendo los albores.
Lo único relevante que le puedo decir al respecto, es que si usted aspira a tener una opinión informada, debe tomar en cuenta que estas denominaciones salen de diversos think-tanks importantes y que, por lo mismo, están acompañadas, cada una, de un poderoso lobby ante los organismos internacionales. Y que, la verdad, no importa tanto la profundidad de la caracterización como los movimientos prácticos que provocará.
Este es el verdadero problema de Apure, de la guerrilla colombiana en Venezuela, de los últimos hechos de los que la nación tiene poca o ninguna información creíble. Hechos que se dan mientras el gobierno intenta presentarse como la cabeza de un Estado de pleno Derecho ante la Corte Penal Internacional para responder a acusaciones muy graves —gravísimas— de crímenes de lesa humanidad.
Carolina Gómez-Ávila tiene más de 30 años de experiencia en radio, televisión y medios escritos y escribe sus puntos de vista como una ciudadana común.
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