Guaraleando, por Teodoro Petkoff
Los regímenes personalistas y caudillescos son así. El jefe es quien dice siempre la última palabra. Eso es lo que ha ocurrido con el famoso acuerdo entre Gobierno y oposición. José Vicente dice hoy que ellos consultaron el preacuerdo con “parlamentarios, gobernadores, alcaldes, partidos de la alianza y círculos bolivarianos”.
Bueno, ¿qué más podía decir? Es obvio que no iba a admitir públicamente que fue Chávez quien literalmente los desautorizó.
Por supuesto que es cierto, como dice Rangel, que ese documento era sólo un preacuerdo, que debía ser sometido a la consideración de los mandantes de ambas delegaciones negociadoras.
Esa consulta, y esto también es cierto, implicaba la posibilidad de enmiendas al texto preacordado. Pero no es menos cierto que este último fue elaborado por ambas partes y que la gente del Gobierno participó activamente en la redacción final y que en todo proceso de negociación existe una permanente sincronía entre quienes se sientan en la mesa y sus mandantes.
Y cuando unos negociadores llegan a un acuerdo es porque este ha sido ya aprobado en las instancias superiores. Cualquiera habría imaginado que cuando Rangel y su combo aprobaron el texto definitivo del preacuerdo es porque contaban con la aprobación de Yo, El Supremo. Bueno, está visto que no era así y han tenido que pasar por el trago amargo de tener que desdecirse.
Pero no hay que perder la paciencia. Así son las negociaciones. En ellas pierde el que se cansa primero. Desde siempre se ha sabido que el Gobierno haría todo lo posible por obstaculizar el referendo revocatorio y lo está haciendo. En cierta forma es su juego y lo está ejerciendo en el terreno legal. No ha adelantado, por ahora, ningún arrebatón. De modo que lo que sale es examinar las objeciones que ayer presentó el team oficialista y evaluarlas fríamente. Por lo visto son las mismas que hace pocos días lanzó el MVR. De ser así, no son sino pretextos majaderos para retardar el proceso, sin que haya realmente nada de fondo. Si quieren que se diga que el revocatorio es para todo el mundo, pues que se diga. En fin de cuentas, eso depende de los electores y no de un acuerdo en la Mesa. Si quieren meter la palabra “participativa”, pues que se meta. Eso no pone ni quita nada. Si cuestionan la condición de “garantes” de la OEA, Carter y el Pnud, pues acéptese. En fin de cuentas el verdadero garante es el pueblo venezolano.
Quítenseles todos los pretextos, aún a sabiendas de que vendrán otros Pero, todo eso son fuegos artificiales.
Hay que tener claro que ese Acuerdo tiene sólo un valor político pero la celebración del revocatorio no depende de él. Ese es un derecho cuyo ejercicio está garantizado por la Constitución. No es fruto de ninguna negociación y de lo que realmente tiene que preocuparse la oposición es de asegurarse que los requisitos para la convocatoria sean rigurosamente cubiertos. Primero que nada, la elección del CNE. Por esto, da mala espina que en la Asamblea haya un forcejeo, ya público, entre los partidos de la oposición por la designación de sus representantes en el organismo comicial.
Preocupa, igualmente, que en la oposición no terminen de definir lo de las firmas.
En fin, ya lo intuía Carter. Esto es un juego de trucos.