Guardias vs soldados, por Teodoro Petkoff
Lo más lamentable y descorazonador del episodio que comenzó con la destitución del comandante del Comando Regional 8 de la Guardia Nacional en Guayana (CORE 8), general Alberto Betancourt, y continuó con la intervención del Ejército, “ocupando” todas las sedes de la GN en la región, es que es cierto lo que se ha dicho, tanto sobre la conducta del general Betancourt y su comando, como sobre el posterior comportamiento del Ejército en su ejercicio de “guerra asimétrica” contra la GN. El viejo pique entre ambos componentes de la FAN se expresó con particular virulencia en Guayana.
Por una parte, cómo serán de sólidas las acusaciones de los mineros contra la GN, que en este reinado de la impunidad para toda clase de atropellos en que se ha convertido nuestro país, al gobierno no le quedó más remedio que sacar al general Betancourt de su cargo. No le valió de nada su insólito programa radial, en el cual, pasándose por el forro la Bicha y toda la legislación y reglamentación castrense, el general de marras, cual estrella de La Hojilla, intervenía abierta y agresivamente en el debate político —siempre en defensa del gobierno y de “mi comandante en jefe”. Sus “méritos” políticos no le sirvieron de escudo. Porque el expediente contra el CORE 8 es gordo. Los mineros denunciaron el maltrato físico y verbal y el implacable cobro de peaje sobre el oro que extraen (una fuente minera nos habló de la “tarifa” de 250 gramos de oro que cada minero debía entregar mensualmente a los caballeros que en el brazalete llevan la inscripción “el honor es su divisa” ). Pero también personal del CORE 8 es el que está acusado y enjuiciado por la masacre de la cárcel de Vista Hermosa. El general Betancourt no sólo defendió la criminal operación sino que opuso toda clase de obstáculos a la acción de la Fiscalía, que allá se portó como debe ser. El último escándalo en que está involucrado el CORE 8 es el de la desaparición del joven Franklin Moreno Rojas, detenido por efectivos de la GN el 15 de febrero pasado, en un accidente de tránsito, y a quien desde entonces no se le ha vuelto a ver. Se lo tragó la tierra, en sentido absolutamente literal. De modo que para la destitución del comandante del CORE 8 sobraban, al parecer, motivos —que por lo demás corresponden a un patrón de conducta del cual en modo alguno tenía la exclusividad el comando regional guayanés.
Pero también es verdad que el modo como los efectivos del Ejército cumplieron con su misión de intervenir el CORE 8 fue brutal y descomedido. Eso no es un secreto para nadie en Guayana. Tanto así que ello condujo al amotinamiento de los guardias nacionales y a que se creara una peligrosa situación de tensión entre ambos componentes militares. La legalidad, pues, también fue violentada por quienes debían velar por ella. La conclusión de todo esto es que al proceso de deterioro de las estructuras institucionales del país no escapa la FAN. Todo lo contrario, allí está uno de los principales escenarios de ese proceso. La partidización, la ideologización, la marcha acelerada hacia la condición de guardia pretoriana, están afectando gravemente a la institución castrense.