Hablando de Derechos humanos, por Simón Boccanegra

Carlos es un joven trabajador en el departamento de diseño de TalCual. Tiene apenas 23 años y a esa edad todavía se disfruta de los patines y de la patineta. Una noche de la semana pasada estuvo patinando en la plaza del Banco Central, de la cual vive cerca, y a raíz de una pequeña trifulca, perfectamente banal, que surgió entre varios de los patinadores (Carlos, por cierto, no estuvo involucrado), llegaron cuatro tombos de la PM y a palo limpio arrestaron a todos los que pudieron. Eran las 8:30 de la noche. A Carlos lo montaron esposado en una moto, entre dos policías. A las tres de la mañana, su mamá, que estuvo buscándolo toda la noche, lo encontró, tirado en el piso, casi desmayado, en la puerta del edificio donde viven; ensangrentado de pies a cabeza, con la nariz partida, la cara llena de moretones y los pies hinchados: había caminado descalzo y sin franela desde las cercanías de Los Teques, donde los tombos lo tiraron, después de darle una paliza, hasta su casa en San José. ¿Valdrá la pena hacer una denuncia ante la fiscalía? Su mamá, desesperanza aprendida, piensa que no, que nadie le hará caso. Este minicronista piensa lo mismo. Nadie le hará caso. Pero, ya que se promulgó la Ley de Policía Nacional, que de algún modo refleja los trabajos de la Conarepol, y que ese cuerpo policial depende ahora del minpopointerior, ¿podrá abrigarse la esperanza de que el ministro Rodríguez Chacín le pare bola no a esta croniquita concreta sino a la situación general que ella implica? No voy a generalizar, pero bueno será seleccionar muy cuidadosamente a los integrantes de esa nueva policía, ahora nacional. De todo modos, tampoco es tan difícil averiguar quienes fueron los agentes que realizaron el operativo en la plaza del Banco Central y sancionar a los responsables de este desafuero brutal. Digo yo.