Hoy Va de Cine, por Carlos M. Montenegro
Desde sus orígenes, el cine ha sido siempre como un modelo influyente de actitudes y estilos de vida. Hoy en día, el cine ha legitimado conductas y apreciaciones de la realidad que tiempo atrás provocaban el rechazo o disentimiento de gran parte de las sociedades pretéritas. Ante las crisis en la educación y en los valores, de los tiempos que estamos viviendo, el cine adquiere cada vez más protagonismo como instancia formativa especialmente entre los jóvenes. El cine puede estimular conductas enriquecedoras, inspirar valores positivos, y aportar por simple ósmosis, conocimiento y cultura. Por otra parte también puede ser ejemplo influyente en aspectos muy negativos, haciendo aflorar lo peor que tambien el ser humano puede tener aun sin ser consciente.
Ese es el eterno debate sin resolver entre las sociedades conservadoras que prefieren mostrar los modelos ejemplares, en contra de las tendencias liberales manifestando que el hombre sabe diferenciar por sí mismo entre lo bueno y lo malo. Como en todas las discusiones polarizadas, no hay forma de acuerdo, pues aunque ambos tienen razón, yerran a la vez, con sus obstinadas posiciones.
Pienso que el cine ha influido desde sus silentes inicios, en hábitos y costumbres, plasmando en la pantalla el mundo visto por un extraño para que quienes lo vean saquen sus propias conclusiones.
Cada una de las artes: pintura, escultura, arquitectura, música, danza y poesía o literatura, en cualquier civilización donde hayan florecido, produjeron sin duda efectos notables sobre la raza humana, pero tardaron milenios en lograrlo y, a su vez, para cambiar las tendencias o las formas, modas al fin, con frecuencia necesitaron siglos.
Sin embargo, el séptimo arte, como fue bautizado popularmente al cine, se difundió universalmente en pocas décadas, valiéndose de los principales hallazgos de la Revolución Industrial: imprenta, fotografía, electricidad, el sonido y el revelado químico, entre otros. Contenía todos los elementos que lo promocionaron velozmente. Con una sola película, una actriz, un actor o un director, pueden alcanzar la fama apenas en semanas, cuando a cualquier artista de las demás disciplinas podría tardar en llegarle mucho tiempo, contando con la suerte de alcanzarla en vida.
No falta cierto escepticismo cuando nos dicen que las películas nos afectan, pero lo cierto es que las películas son como un espejo en el que todos, alguna vez, nos hemos mirado para decidir nuestros modelos y nuestras maneras de proceder. Por eso lo cinematográfico suele intervenir tan marcadamente en nuestra percepción de la realidad. Veamos al azar algunos ejemplos durante los años dorados del cine.
“Amadeus” (1984) fue una película que cambió por completo la imagen del Mozart que teníamos el gran público; lo desenmascaró convirtiéndolo de un genio infantil, creador de obras sublimes, en un hombre inmaduro y tosco hasta límites insospechados. Pero no sólo cambió su imagen, también trocó a ese músico de otra época en un ídolo popular y tremendamente actual, provocando una auténtica “Mozart-manía”: los discos de sus obrar se vendieron por millones convirtiéndolo a mediados de los años ochenta en un fenómeno cultural de masas.
Tal vez muchos recuerden “Vacaciones en Roma” con la encantadora actriz belga Audrey Hepburn* y el galán Gregory Peck; esta película cambió por completo la imagen triste y desconchada de Italia, que, durante los años 40 en plena posguerra mundial había creado el Neorrealismo Italiano en el cine. Principalmente Roberto Rossellini, Cesare Zavattini y Vittorio de Sica, transmitieron un aire decadente en sus films de la Ciudad Eterna; pero bastó esta glamorosa comedia romántica de William Wyler para que la ciudad de las 7 colinas recuperara su luz y su gran clase, volviendo a ser “la ciudad del amor” marcando la pauta para un montón de películas que siguieron esa estela.
Impactante también fue el efecto causado por la película “El club de los poetas muertos” (1989) dirigida por el australiano Peter Weir. Es la historia de un joven profesor de Literatura (Robin Williams) en un colegio elitesco privado en la América puritana de la post guerra. Con su particular forma de enseñar les animaba a buscar su propia voz, a ser actores al leer poesía, a soñar con otras cosas, no solo a ganar dinero emulando a sus mayores, con lo que ganó la hostilidad de los rectores del colegio. Su mensaje “Carpe diem!” (Aprovechad el día!) provocó una verdadera revolución, que terminaría en tragedia.
Nadie pensaba que esta película pudiera influir en la conciencia de los jóvenes. El filme fue percibido como un símbolo de “la revolución docente” que los jóvenes buscaban y la cinta les reveló dónde. Ante eso; la productora decidió cambiar por completo la publicidad centrado en la figura del protagonista, mostrando el protagonismo de los jóvenes alumnos como símbolo de la rebeldía estudiantil. La cinta contribuyó a revisar mucho planes de educación en unos cuantos países.
El cine no sólo han influido en como vemos la realidad: de un compositor, una ciudad o un sistema docente. Las películas han modificado también, y mucho, nuestra actitud hacia productos concretos y nuestras pautas tradicionales de consumo Hay algunos ejemplos famosos relacionados con la moda.
Clark Gable se convirtió en el enemigo público de los fabricantes de ropa interior masculina por culpa de una simple escena en “It happened one night” (Sucedió una noche) de Frank Capra (1934). La escena recoge el momento en que, durante un largo viaje en autobús, al accidentarse le toca compartir habitación en un motel de carretera con otra pasajera (Claudette Colbert), y al ir a dormir se quitó la camisa mostrando su atlético torso sin camiseta.
Que el ídolo del momento Clark Gable no usase camiseta interior, como era costumbre en aquella conservadora Norteamérica, originó que millones de fans americanos dejaran de usarla y, por tanto, de comprarla. No fue la única vez, Gable ya había rodado anteriormente escenas similares, como en “Red Dust” (1932) con Jean Harlow, cuando aún no era tan famoso.
El cine, una vez más, influyó diecisiete años después para que Marlon Brando reconciliara a la industria del cine con la textil, cuando actuó en la película “Un tranvía llamado deseo” (1951) de Elia Kazan. En ella, Brando aparece en buena parte del metraje con camiseta, pero ya no como prenda interior, sino como elemento básico en sustitución de la camisa. A partir de entonces, y rebautizada por los fabricantes de camisetas como T-Shirt, se convertirá en el símbolo de la informalidad en contra de lo establecido, gracias al personaje interpretado por el actor.
Podrían citarse innumerables casos más, por ejemplo el de la película “Rebecca” (1940) de Alfred Hitchcock. Los diseñadores de vestuario de Jean Fontaine, la protagonista la vistieron con una liviana chaqueta de punto de lana, indumentaria típica de las campesinas de la época, prenda conocida como cárdigan. El éxito comercial de la cinta, que de paso consiguió el Oscar, hizo que se pusiera de moda convirtiéndose en símbolo de cierta sofisticada elegancia moderna, hoy tal vez algo kitsch, pero bautizada con nombre de la actriz en el film: Rebecca.
Por último, otro caso famoso de modificación de hábitos de consumo propiciado James Dean en la película de Nicholas Rey, “Rebelde sin causa” (1955). En la mayoría de las secuencias, su indumentaria básica era unos “jeans” y una cazadora, prenda concebida para andar por el campo de caza que usaba con el cuello levantado. La constante asociación de Dean, que ya era un ídolo juvenil, con esa prenda, originó que los jóvenes la adoptaran convirtiéndola en todo un símbolo de rebeldía.
* Audrey Hepburn, cuando protagonizó “Sabrina” (1954) de Billy Wilder junto a Humphrey Bogart y Willian Holden, puso también de moda un tipo de escote, casto y discreto que lleva su nombre como la película.