Huelga la levedad del ser (50 años de la invasión a Checoslovaquia)

Se conmemoran 50 años de la invasión a Checoslovaquia y el periodista Víctor Suárez, quien fue un testigo directo de los hechos, narra sus vivencias esos días
Víctor Suárez
Después de mucho mangüarear, decidí hacerme periodista en el curso que comenzó en septiembre-octubre de 1968, hace casi 50 años, como derivación de una experiencia íntima bastante violenta y desoladora. Andaba por Sofía, la capital de Bulgaria, en busca de reafirmación de la ilusión libertaria que profesaba en Venezuela. Pasé a Yugoslavia, cuando era un solo país y no seis como ahora. Llegué a Checoslovaquia, cuando también era un solo país y no dos. Salté a Alemania, que estaba dividida en dos. Pero al traspasar la Cortina de Hierro, de regreso a Occidente, en un tren atestado de diplomáticos occidentales escoltado por aviones caza y helicópteros de la OTAN, era ya otra persona. En el tris de un mes.
En la frontera entre Checoslovaquia y República Federal de Alemania, esperaba una bandada de periodistas impíos que se abalanzaban sobre sus presas informativas. Con filmadoras, cámaras fotográficas y grabadoras asediaban a los pasajeros del tren. Correteaban al lado del convoy. Ofrecían dinero a cambio de asegurarse testimonios de lo que se presumía los viajeros acababan de ver. Éramos los primeros evacuados, luego de la invasión que se había iniciado unos diez días atrás, testigos del aplastamiento brutal de La Primavera de Praga.
Aunque no llevaba más que 50 dólares dobladitos en el zapato, y con un futuro inmediato absolutamente nublado, cuando me abordaron me negué a aportar algún detalle, a dejarme retratar. Los sucesos de Praga, que comenzaron en la madrugada del 21 de agosto de 1968 y terminarían 21 años después con la disolución del régimen totalitario en el otoño de 1989 (La Revolución de Terciopelo), fueron tan intensos para mí que no podía contarlos por señas, a falta de idioma adecuado, ni poniendo cara de refugiado, ni tampoco a cambio de divisas.
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