Hugo Cadena, por Teodoro Petkoff
Lo traicionó el subconciente. Dijo que le encantaría que lo llamen Hugo Cadena. Es lo que quiere, encadenar el país, pero no sólo con la televisión, sino policialmente. Un conflicto laboral (deliberadamente manejado por el Gobierno para cerrar todas las salidas) ha sido transformado por Chávez en pretexto para inaugurar la etapa represiva de su «revolución». Frente a unos trabajadores que hicieron todo lo posible para no ir a un paro, que durante mes y medio una y otra vez dieron más y más plazos, el Gobierno, que jamás quiso dar ningún paso para resolver razonablemente el conflicto, decidió apelar al garrote. La represión, ya anunciada por el vicepresidente, la comenzó ayer Hugo Cadena. Pero, si el Presidente creyó que iba a acobardar a la gente, erró el tiro. La reacción de todos los sectores fue, por el contrario, la de recoger el guante y reforzar el anuncio del paro convocado por la CTV. Esta semana que comienza puede ser decisiva.
El discurso de Chávez confirmó el espíritu cuartelario y militarista que asomó Diosdado el jueves pasado. Chávez no habló como el Presidente del país sino como un sargento ante unos reclutas. «Esta gente de Pdvsa no quiere coger el carril». «De hoy en adelante el que salga de vocero está despedido automáticamente». Ayer Chávez no fue el Presidente elegido democráticamente, parecía más bien el típico militar gorila latinoamericano. Su discurso fue una gigantesca provocación al país. Pero nada en ese discurso fue casual. El lenguaje brutal, la indecente manipulación con el tema de los sueldos, la demagogia balurda, los calificativos de «subversivos» y «terroristas», los despidos y los anuncios de nuevas y mayores medidas de represión, la tentativa de linchamiento moral de los despedidos, la convocatoria a las patotas de matones para agredir a los adversarios, todo, todo, es parte del arsenal característico del militarismo gorila y fascistoide, utilizado a fondo para tratar de asustar, de intimidar, de encadenar al país.
Pero Hugo Cadena está cometiendo un error de cálculo. No termina de percibir que el país no le teme y que a lo largo de estos tres años quien se ha venido debilitando es su Gobierno, mientras ha crecido y se ha robustecido el sentimiento que lo adversa. En estos tres años el país le ha puesto la mano en el pecho al autoritarismo. Por eso Hugo Cadena ayer echó el resto. Se jugó a Rosalinda en un intento desesperado de afirmar su menguante «autoridad» por la vía de la fuerza. Fracasará. El país tiene que responderle, como el 10D y el 23E, en el terreno democrático y cívico, no en ese al que Hugo Cadena quiere arrastrarlo, ese del «ahora o nunca». Este es un round muy duro, pero no necesariamente el último. Sin embargo, hay que pelearlo como si lo fuera.