Hugo Rey, por Teodoro Petkoff
Su Alteza Real suele utilizar el ejemplo de los primeros ministros en los regímenes parlamentarios sobre todo los europeos para justificar su aspiración a la eternidad presidencial. Que si Kohl, en Alemania, estuvo 13 años, que si Blair, en Inglaterra, estuvo no se cuántos años, que si Felipe González, y así sucesivamente, queriendo crear la impresión de que negarle a su Augusta Majestad la posibilidad de eternizarse en el mando fuera un derecho que se le estaría arrebatando.
Encima de que entre el régimen parlamentario y el presidencial existen diferencias sustanciales, es preciso tener en cuenta que en aquellos países las instituciones del Estado funcionan y se controlan mutuamente, con lo cual se impiden los abusos de poder en que pudiera incurrir el Primer Ministro, cabeza del Poder Ejecutivo.
En nuestro país, todos los poderes públicos están cerradamente metidos en el puño del Presidente y todos obedecen ciegamente sus órdenes y caprichos, y ninguno de ellos osaría enfrentar la voluntad de Su Majestad. De modo que éste hace absolutamente lo que le da la gana; no existiendo ningún contrapeso a la arbitrariedad y a los abusos de poder.
Es una gran diferencia con los primeros ministros europeos.
Ningún Primer Ministro europeo puede encadenar la televisión y la radio todos los días y durante horas y horas para perorar interminablemente.
La ley se los prohíbe y tanto el Parlamento como la justicia se encargan de que la ley no sea violada.
Ningún Primer Ministro europeo puede ordenar –y ningún otro poder lo aceptaría– la inhabilitación de adversarios políticos por vía meramente administrativa, sin que medie debido proceso y decisión judicial.
Ningún Primer Ministro europeo puede llenar su país de vallas y cuñas de televisión con su propia imagen, ni puede colocar ésta o la de sus funcionarios en autobuses, ambulancias y otros vehículos oficiales.
Ningún Primer Ministro europeo puede confiscar la televisión y la radio estatales y transformarlas en medios de su partido y del gobierno, negando el acceso a ellos de quien no comparta la política oficial.
Ningún Primer Ministro europeo puede obligar a los empleados públicos a asistir a las manifestaciones y marchas oficialistas ni puede forzarlos a firmar papeles en su apoyo.
En fin, ningún Primer Ministro europeo puede hacer lo que la ley le prohíbe, porque las instituciones del Estado (Parlamento, tribunales) impedirían la violación de las leyes. En esos países las instituciones funcionan. En nuestro país son utilizadas como meras prolongaciones de la presidencia y tanto la Constitución como las leyes son violadas por el Presidente sin que ningún otro poder del Estado haga nada para que sean respetadas.
Catorce años de abusos de poder y de arbitrariedades serían más que suficientes y extender la posibilidad de que el abusador pueda continuar haciendo lo que le dé la gana es absolutamente inaceptable. Chávez, en verdad, lo que quiere es ser Rey, no Presidente ni Primer Ministro. Vota NO.