Hugo siembra miedo, por Teodoro Petkoff

“A quien le expropiemos su tierra a lo mejor le doy un papel: ‘En 2030, cóbrele a Chávez’”. Tal vez el Presidente quiso hacer un chiste (malo) con esta ocurrencia, pero no hay duda de que lo traicionó el subconsciente y que dio salida a un anhelo reprimido. En el fondo, podría creerse que quisiera confiscar y no expropiar. De hecho, cuando se refiere al pago por las propiedades a expropiar deja colar, como quien no quiere, que se pagará cuando se pueda y como se pueda. Chávez no tiene idea del avispero que está alborotando. Entre los sentimientos fuertes que mueven al ser humano está el de la propiedad.
Es tanto o más poderoso que el del amor. Por eso todo lo que a ella atañe debe ser manejado con extremo cuidado, en particular por los gobiernos. Cuando Chávez deja la duda sobre si se indemnizará o no a los propietarios de tierras o fábricas “intervenidas” está, en primer lugar, deslizando la idea de que esas propiedades podrían ser confiscadas, es decir, arrebatadas a sus dueños; y en segundo lugar está violentando claramente la Constitución y las leyes, donde está expresamente prohibida la confiscación. De allí los temores que hoy arropan hasta a humildes habitantes de los barrios populares, por no hablar de la clase media.
La aplicación de la Ley de Tierras, con innecesario despliegue de militares y un lenguaje prepotente y agresivo, dando la impresión de que se actúa al margen de la propia ley, no ha hecho otra cosa que generar en el país un ambiente de temor en torno al futuro de la propiedad en general. Para colmo, las últimas afirmaciones del Presidente sobre los “patios solos” en las ciudades, de los cuales habría que “estar pendientes” para “expropiarlos”, dizque para construir viviendas, están incrementando la zozobra en todos los ámbitos ciudadanos. Chávez, con ese infantilismo ultraizquierdizante, está propiciando una incertidumbre aún mayor, que, entre otras cosas, conspira abiertamente contra la creación de empleo y la lucha contra la pobreza. En un país donde nadie sabe a qué atenerse sobre el futuro y donde hasta a los cooperativistas se les pide que se olviden de la ganancia, es imposible crear fuentes de empleo porque nadie pone un centavo si no sabe qué puede suceder con su inversión. El resultado será más pobreza.
Lo que de pertinente hay en la erradicación del latifundio o en la creación de nuevas formas de organización social y económica, adelantadas, sin embargo, desdeñando la búsqueda de acuerdos posibles, produce un trauma más psicológico que político y va a tropezar, incluso, con la resistencia de los desposeídos, que no teniendo sino su pequeña propiedad doméstica, sienten, sin embargo, que “el gobierno” se la podría arrebatar.
Algunos podrán pensar que se está metiendo en cintura a los ricos, pero otros podrían creer que la cosa no se detiene allí y que se comienza interviniendo militarmente a Polar y luego se termina confiscando y estatizando los kioscos de periódicos. En la vida social y política, la realidad importa mucho menos que lo que la gente cree percibir de ella. Por eso han pelado bola tantas intenciones revolucionarias.