Huguiño, por Teodoro Petkoff
El control de cambios está cumpliendo cien días. En la historia contemporánea del país no existe ejemplo alguno de una ineficiencia semejante. Nunca jamás ha habido un organismo oficial venezolano que por un lado sea un muestrario de casi trágica incompetencia y por el otro un hazmerreír internacional. Mucha gente se pregunta, dado el asombro que produce el caso, si no estaremos ante una sofisticada maniobra, que deliberadamente retarda la venta de dólares con propósitos políticos. En efecto, no sería fácil distinguir dónde termina la incompetencia y dónde comienza un plan político, pero los testimonios de muchos empresarios que tiene que vérselas con Cadina, es decir, Cadivi, abonan fuertemente la tesis de que se trata, esencialmente, de la más crasa incapacidad, lindante con la estupidez. Según se afirma, ni siquiera grandes actores o actrices internacionales podrían dar vida a personajes como los que ofician en Cadivi.
Lo grave de todo esto es que entre el paro y los tres meses de sequía cambiaria, la situación del país ha alcanzado las características de un deslave económico y social, cuyos signos exteriores, aunque todavía no tan dramáticos como en Argentina, ya son perceptibles. Incluso aceptando las cifras oficiales de desempleo (18% ) y de informalidad (52% ), tendríamos, por primera vez en nuestra historia moderna, un cuadro aterrador: 70%, ¡Setenta por ciento! de gente con trabajos precarios o completamente desempleada. A estas alturas, el gobierno no puede continuar descargando sobre el paro las duras realidades que hoy se viven. Eso podía hacerlo, y con razón, en enero, pero ya no. La bestial caída en la actividad económica debe mucho a la inoperancia de Cadivi. En todo el país se ha generalizado la desaparición de pequeñas empresas y con ellas la destrucción de centenares de miles de puestos de trabajo. Porque lo peor de todo no es que los trabajadores están perdiendo el empleo sino que los puestos de trabajo están volatilizándose. Reconstruir el empleo implicará una inversión aún mayor porque habrá que crear puestos de trabajo y no sólo volver a emplear gente.
La caída del PIB en el primer trimestre, según las estimaciones preliminares del Banco Central, podría alcanzar una cifra entre los rangos de menos 20 y menos 25% . Esa caída es atribuible al paro. Pero ya casi concluyendo el primer mes del segundo trimestre, si todo sigue como va, la barrena del PIB podría alcanzar un rango entre menos 25 y menos 30% . Ya esto no es efecto del paro sino, como en 2002, de la política económica el régimen. Esto es, sencillamente dicho y sin querer dramatizar, una catástrofe económica y social.
La gente de Cadivi cree que su ineficiencia sólo castiga a la gran empresa y que esta aguanta. En sus cerebros no cabe la noción de la interdependencia de la economía y no captan la idea de que un catarro en la gran empresa significa una neumonía asiática en las PYME. Bienes esenciales para el consumo diario (granos, cereales, pollos) han desaparecido de las bodegas y de los mercados populares; sólo el gobierno, con la reedición de Puercomercadeo, los distribuye y eso muy parcialmente. La función natural del Estado está siendo sustituida paulatinamente por el Estado bodeguero, contra el telón de fondo del desempleo y la quiebra de pequeñas y medianas empresas en todo el país.