Miserables y Boliburgueses, por Teodoro Petkoff
¡¿Quién lo hubiera dicho?! Chávez llegó a seis años en el gobierno. Si lo midiéramos por la infinita cantidad de cosas que ha prometido y no ha cumplido, el balance podría resultar más bien pobre. ¿Cómo explicar entonces que al cabo de tan prolongado periodo, un gobierno mediocre, tendiendo a malo, tenga niveles de aceptación popular, según las últimas encuestas, de 65% ? Tal vez una respuesta nos la da la Biblia: No sólo de pan vive el hombre.
Primero, es un gobierno que ha salido triunfante en difíciles situaciones políticas. No hay sustituto para la victoria, decía Churchill. Segundo, porque ha logrado y mantenido un fuerte vínculo emocional y afectivo con los desposeídos. Chávez los ha sacado de los sótanos de la sociedad y los ha colocado en el centro de la preocupación nacional.
Tercero, porque con todas las inocultables fallas y deficiencias existentes, la gente siente que se está colocando el acento de la gestión pública en dos de las áreas prioritarias para la vida, la educación y la salud. Cuarto, porque con todo y su truculencia y excesos oratorios, ha logrado proyectar la imagen de un líder continental, cosa que vigoriza, sin duda, la autoestima nacional.
Por ahora, en la evaluación general de la población, esto pesa más que el autoritarismo y el ejercicio autocrático del poder, con las consiguientes amenazas que para la democracia ello implica. Pesa más que la lista de Tascón. Pesa más que la incapacidad administrativa de casi todos los funcionarios y que la ostentación obscena de la opulencia de los nuevos ricos de la boliburguesía. Pesa más que los discursos desorbitados y demagógicos y que la ladilla de las cadenas radiotelevisivas. Pesa más que casi dos millones de desempleados y centenares de miles de buhoneros. Pesa más que la inflación. Pesa más que Granda y que el turbio caso de Anderson. Pesa más, por ahora.
No sólo de pan vive el hombre pero sin pan no puede vivir. Hay otras señales en el cielo. Los buhoneros se rebelan frente a soluciones represivas. Los presos y sus familiares obligan al gobierno a negociar. Cuando Chávez pidió en el último mitin que los magallaneros se pasaran para los “Tigres” de Aragua, un formidable “No” brotó de la multitud.
El respaldo no es absolutamente incondicional; es más crítico. El país ha cambiado, ciertamente. En los sectores populares hay mayor conciencia de su peso y significación, mayor voluntad de participar en los procesos de toma de decisiones. Empoderamiento llaman eso. Es una calle de dos vías.
Una alegoría, para terminar. Imaginemos un autobús cargado de pasajeros que han decidido contratar un chofer nuevo. Los choferes viejos van en el viaje criticando al nuevo y hasta intentan sacarlo de su asiento. El bus se encuneta en un paraje solitario. No hay agua ni alimentos. Los chóferes viejos despotrican del nuevo.
Este anuncia que se marcha, para regresar al cabo de unas horas con botellas de agua y arepas. No alcanza para todos los pasajeros, pero estos aplauden calurosamente al chofer nuevo cuando alguien los invita a hacerlo. Es lógico. Aprecian su diligencia. Pero el autobús sigue varado.