Navidad en España: celebración con nostalgia
En España y otros rincones de Europa hacen vida parte de los casi 2 millones 500 mil venezolanos que pasarán los últimos días del año fuera de la patria que los expulsó. Algunos comerán hallacas y pan de jamón pero con lágrimas rodando por las mejillas
Autor: Elizabeth Araujo
Mayra se asoma al comedor por tercera vez y pasa revista a la mesa, con los platos en su lugar, cubiertos, copas y demás adornos, convencida de que no olvidó ningún detalle. Como ha ocurrido a lo largo de los siete años de autoexilio en Barcelona, la odontóloga larense, 41 años, egresada de la Universidad Central de Venezuela (UCV), casada con un abogado catalán y madre de dos pequeños, siente que algo le falta para que la Nochebuena en su casa sea perfecta. Es entonces cuando, al escuchar el coro bullanguero de la gaita zuliana, rompe a llorar.
“No pasa nada, es un ataque repentino de recuerdos que se agolpan y me daba vueltas en la cabeza mientras preparaba la cena”, se justifica. Es consciente, no sin remordimientos, que sus padres en Barquisimeto se arreglarán como puedan en estas navidades con otros familiares, pero sin los hijos, ya que los dos hermanos de Mayra viven en Boston y Nueva Zelanda, y sabe que será difícil inclusive para felicitarse entre sí en Año Nuevo por las diferencias de horarios.
“Si alguien me escribe desde Barquisimeto para desearme que pase bien las navidades se me espicha el corazón”, admite esta mujer que ha batallado duro en España para validar la profesión, luego de abandonar su país, tras el asesinato del novio en manos de dos agentes de Polilara, suceso que calentó la opinión pública venezolana y añadió tanta tensión y miedo en Mary que terminó agarrando el primer vuelo que salía de Maiquetía.
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“A cualquier árbol me arrimo”
En cambio, Abel Sánchez no se sumerge en nostalgia y tristeza en los días navideños. Con 27 años y tres en Guijón, Asturias, este ingeniero eléctrico de la Universidad Simón Bolívar (USB), confiesa no tener tiempo para “recordar el país”, ya que el ritmo de trabajo que lleva, junto a otros dos socios caraqueños, llevando a domicilio de otros compatriota los pedidos de hallacas, pan de jamón y ensalada de gallina, “no me permite pensar, entiendes, esta la época en la que sacamos provecho al negocio de comida venezolana que regentan en esa ciudad asturiana.
“Seguramente, cuando se acerque la nochebuena veremos qué hacer”, señala Joaquín Almeida, el otro integrante de la aventura gastronómica de los tres amigos de El Cafetal que en 2014 decidieron emigrar y “con la poca plata que nos dejó la venta de los autos y otras propiedades en Caracas”, montamos Rincón Criollo, modesto restaurant que, son conscientes, “nos da para vivir y mantener nuestras familias”. Una frase en que se desliza el agradecimiento y ¿por qué, no?, la nostalgia.
Los abuelos también lloran
Uno de los fenómenos más corrientes de la llamada diáspora venezolana lo constituyen las cada vez más crecientes cifras de venezolanos de tercera edad que emigran, ya no solo por razones políticas ni de supervivencia, sino porque “aspiramos a vivir lo últimos años de nuestras vidas en las mejores condiciones de salud”, tal y como lo expresa Alejandro Rodríguez, de 72 años, quien junto a si esposa Ana Medina de Rodríguez (68) vive en Madrid, asegurados bajo el sistema de reunificación familiar que propiciaron los hermanos Alejandro e Yndira, residente en España desde 2008, uno de ellos con nacionalidad española.
“Para nosotros es triste pasar las navidades en otro país, sin los amigos ni familiares… en verdad no se lo recomiendo a nadie”, explica el “viejo” Alejandro, docente de secundaria jubilado, y quien no oculta fastidiarse en España, aunque es consciente que está mejor protegido que puede comer sus arepas cuando quiere. “Lo que pasó en mi caso es que tenía una anormalidad cardiaca que los mismos médicos no aconsejaban tratar, dado el grado de desnutrición que presentaba”.
Sus hijos, quienes no han regresado a Venezuela, desde que partieron, uno a Lisboa y otro a Miami, y luego se reunieron en Madrid, sienten alivio por tener a los “viejos” cerca. Admiten sin excusas que no hay nada mejor que pasar las navidades en Venezuela, pero se preguntan ¿a estas alturas quién garantizan que este diciembre en Venezuela será alegre y festivo como en sus tiempos de la infancia.
Más allá también
Claudia y Larry son una pareja colombo-venezolana con más de 18 años fuera de Venezuela, viven en París, de manera que sus hijos son franceses, pero costumbres mitad francesa y mitad venezolana. “Navidad para nosotros es nuestro 14 de Julio (Día de Francia), de manera que nos reunimos con venezolanos y colombianos, tanto viejos conocidos, como gente que arenas acaba de llegar”, explica Larry, un caraqueño dedicado a la albañilería y electricidad, que ejerce legalmente su labor, y quien trabaja en jornadas de más de 10 horas, mientras que su esposa trabaja en labores de oficinas.
“Aquí vivimos en modo de supervivencia, de modo que no descansamos durante todo el año; pero cuando llega diciembre reanudamos nuestros vínculos con nuestros países y nuestras familias”, señala Claudia, madre de tres niñas que van de los 16, 10 y 6 años.
Como París es una fiesta permanente, esta pareja atada por el puente fronterizo Simón Bolívar se esfuerza para que no falten en su hogar los panes de jamón, patacones, hallacas y los dulces de almíbar. En la capital francesa, como en cualquier ciudad europea, es fácil encontrar harina PAN, hojas de plátanos y cualquier otro ingrediente para los platos navideños que les recuerdan sus tierras y aproximan a sus hijas a la riqueza culinaria de Venezuela y Colombia.
“Desde luego que nos invade la nostalgia, son días para llorar”, responde al sentimiento que despierta en ellos los días decembrinos. “Escuchamos gaitas y vallenatos, bailamos hasta el amanecer y aguantamos hasta las 6 de la mañana del primero de enero para festejar la llegada de los dos Año Nuevo, el de Francia y el de Venezuela y Colombia”, sonríe Larry.
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