“La necesidad de creer”, por Freddy Núñez
Autor: Freddy Núñez | @nm_freddy
El título de este artículo, es parte de una frase que aparece en el maravilloso libro de Leonardo Padura, “Herejes”. Dice así: “La necesidad de creer es una de las semillas de la desgracia”. Ante la terrible realidad cotidiana que debe enfrentar el venezolano, no puedo dejar de pensar en que manipular para tratar de convencerlo de participar en la farsa electorera de mayo, tiene ribetes de bellaquería.
La angustia nacional es creciente, la situación de todo aquel que no sea enchufado o socio del gobierno, es cada día peor, parece estar cerrándose un circulo de tragedia plena, donde despertar en la mañana es un acto de heroísmo y sobrevivencia. Nada sirve, nada hay, se malvive para enfrentar la adversidad, se nos hace esquiva la esperanza de un futuro mejor para la familia, los amigos, el país.
Despertarse es salir a luchar. Es deambular entre espectáculos grotescos inolvidables. Es ver familias enteras con bebes en brazos, disputando contra perros y otros camaradas de indigencia, los restos de basura de los contenedores o de las calles y aceras, para tratar de comer. Es carecer de todo, de ausencia plena de protección del estado, estar a merced de cualquier peligro.
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Una señora ya mayor, de rostro curtido, morena, aún hermosa, barre con una rama de palma las hojas de nuestro otoño arbitrario, en el parque del este. Su ruinoso uniforme evidencia los años de uso. Sus guantes son los que se compraban camino a Mérida para protegerse del frío, ahora utilizados para cuidar sus manos del filo del mango de la rama. No usa mascarilla, sus zapatos casi son alpargatas. Es obrera. No alcanza a entender cómo sobrevive.
Sebastián tiene cáncer, tiene algo más de seis años, encuentro a sus padres, cargándolo, buscando a pie como salir de la ciudad para ir a su casa en Los Teques. Los corroe el drama de no entender cómo es posible que en ninguna parte puedan encontrar los tres medicamentos que les faltan para iniciar el segundo ciclo de tratamiento. Totalmente privados de la obligatoria asistencia del estado, no quieren ni pensar en un trágico desenlace.
Esto ocurre en toda Venezuela. El país pareciera una enorme olla de presión. Basta observar los rostros en el metro, en las calles de Caracas, en las interminables colas para cualquier cosa. Basta con enterarse de todo cuanto ocurre en el interior del país, estamos frente a una cada vez menos silente crispación colectiva, que puede ser muy peligrosa. Pero mientras la encuesta Encovi 2017, refleja la inconcebible destrucción nacional, la pérdida de 11 kilos de peso promedio del venezolano por no ingerir alimento, y aunque la angustia pareciera estar a punto de convertirse en rabia incontenible, el gobierno proclama con recurrente e inaudito cinismo, la felicidad del país.
Las calamidades creadas por este régimen, llevan al ciudadano, más allá de las capacidades de racionalizar adecuadamente sus causas, a desear un cambio y lo ubica anímicamente en la frágil condición de creyente de las ofertas de esperanza de los aventureros de turno, mal endémico venezolano.
Estos 20 años han sido los peores del país al menos en los últimos 70. La corrupción sin parangón ha creado una casta de revolucionarios que se han hecho millonarios con el hambre del pueblo. Pero a pesar de la destrucción de todas las empresas del estado y de gran parte del sector privado, todavía ingresan al país no menos de 55 dólares por barril, y esa plata sigue siendo un gran botín.
El régimen se burla de la constitución, del estado de derecho, y se afinca en un poder electoral que controla todos los procesos, para atornillarse en el poder. Por eso no hubo referendo para salir legalmente de Maduro, por eso Smartmatic declaró que para elegir la ilegal anc, hubo “al menos un millón de votos fraudulentos”, así lograron defenestrar a Guanipa cuando el pueblo zuliano lo había electo gobernador, y bajo alguna alfombra deben reposar las actas que demuestran que Andrés Velásquez ganó la gobernación de Bolívar.
Hay que convocar al ciudadano a pelear por condiciones electorales legales, y de no lograrlas (tal como había firmado y afirmado Falcón) no participar en la farsa de mayo. Debe quedar claramente establecida la separación entre la totalidad de un país, estudiantes, trabajadores, partidos políticos, empresarios, la iglesia, las ONG, Universidades, etc, y un régimen urgido de legitimación para disimular su fisiología dictatorial. Si Falcón de verdad quiere ayudar a salir de esta tragedia, debe sumarse al país, no enfrentarlo creando falsas esperanzas de triunfo que luego se convertirán en frustración.
El hambre es insostenible, la miseria alcanza ya cotas de tragedia humanitaria, solo la unidad nacional de todos los factores democráticos puede garantizar un esfuerzo valido para salir de esta situación. Eso se hace sumando, no dividiendo. Se hace denunciando y organizándose, no sirviendo como dijo Felipe González, de “tapa rabo” de Maduro. Se hace luchando por construir el Frente Amplio Venezuela Libre.