Caficultores dicen en su día: Venezuela aún tiene con qué
Por ahora es muy difícil para los agricultores saber si este año tendrán cosecha, requieren de una tecnología que no poseen, sin embargo, aspiran a que la naturaleza juegue a su favor
Autor: Ariadna García | @Ariadnalimon
Los caficultores no pierden la esperanza de recuperar un rubro que, durante 200 años, dinamizó la economía venezolana y endulzó los paladares con su característico aroma: el café. Hoy Venezuela conmemora el Día del Caficultor, una tradición plagada de buenos recuerdos.
Este año el futuro del sector es incierto, se requiere de tecnología para saber si habrá cosecha, advertirlo en este momento es muy pronto, aseguran los caficultores, sin embargo, no pierden la fe en que las lluvias jueguen a su favor y el fruto de color rojo eche a andar sus granos.
En el resto del mundo el Día del Caficultor se celebra el 1 de octubre, motivado a que en esa fecha comienzan las cosechas, no obstante, por una tradición religiosa Venezuela estableció la conmemoración cada 24 de abril.
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«Históricamente Venezuela fue un país que hasta hace pocos años realizaba importaciones de este grano, incluso llegó a tener una cuota en los mercados internacionales; sin embargo, como consecuencia de la ausencia de una política de precios integral y de apoyo suficiente y oportuno, la producción ha venido cayendo progresivamente y en estos momentos se está importando más del 50% del café que consumen los venezolanos», señala el Ministerio de Comunicación en una nota de prensa publicada este martes en su página web.
Para Vicente Pérez, director de Fedeagro con una amplia trayectoria cafetalera, el grano venezolano es de excelente calidad y se distingue por su aroma. Un granito de este rubro reúne unos 1.200 olores, al ser tostado pierde unos cuanto, pero no se sientan mal todavía les queda unos 800 que pueden ser apreciado por el catador.
En el 98 Venezuela producía 1,6 millones de quintales de café, lo que equivale a 3,4 kilos por habitante. Para aquel entonces el país exportaba entre 400.000 y 500.000 quintales, hoy solo se producen en promedio unos 450.000 quintales, esto representa 0,6 kilos por habitante.
«A futuro podemos recuperarnos porque tenemos el clima, lo que se necesita es de una política pública confiable, que vuelva la tecnología. Tenemos mercado, el venezolano consume mucho café», expresa Pérez.
En este momento la demanda nacional solo es abastecida en un 25%, pues el consumo tradicional de café en la población venezolana es de 2,4 millones de quintales.
La regulación de precios que impone el Estado, no afecta tanto al sector, debido a que solo están controlados los precios de algunas calidades de café, esto deja que el agricultor pueda fijarle el costo a otras variaciones, permitiendo la ganancia en un negocio que se ve deprimido por la caída de la producción en los últimos años.
Otra de las amenazas que ha venido experimentando la industria, es la migración de su talento humano. Los jóvenes que se dedicaban a este trabajo han decidido marcharse a otros países en busca de oportunidades, a la capital o dejan el café por cultivar cambur u otros rubros que se dan más rápido, no obstante, Vicente, relata que si bien no es fácil devolver a un citadino para el campo, tampoco es imposible, «si la agricultura tiene rentabilidad puede volver, tiene que ser una política de apoyo, con el suministro de insumo y que el venezolano aprecie al agricultor», sostiene.
«Si se vuelve a recuperar la calidad de antes, recupera su mercado, sobre todo los que perdió», asegura este caficultor que ha dedicado su vida a esta actividad.
Cuenta la leyenda que uno de los cafés más deliciosos se da en Boconó, existen otros cultivados en Chabasquén, estado Portuguesa y Caripe, estado Monagas, que también se pelean el puesto.
Según el experto, la brisa marina que llega a Monagas es lo que le da al café de Caripe un sabor único, la explicación biológica no la tienen pero dan fe de que eso es así.
El café es una bebida predilecta entre los venezolanos, su guayoyo recién colado es tan icónico como las arepas que adornan su gastronomía. Sin duda, una historia de más de 200 años que no deja de oler.