A 200 años del nacimiento de Marx, voz para Ludovico, por Beltrán Vallejo
En nombre de la rebelión ante la inmoralidad y sinvergüenzura que emanan de esa famosa frase presidencial, la del “dando y dando”, el nuevo eslogan de campaña del inefable Nicolás Maduro, recordemos a Karl Marx en el Bicentenario de su nacimiento. Pero recordémoslo desde la visión reveladora del único intelectual venezolano que bebió directamente de sus aguas teóricas, como lo fue Ludovico Silva.
Desde el aporte de ese venezolano olvidado, recordamos al barbudo de Tréveris cuyos huesos vuelven hoy a quedar triturados por el peso del error, del fracaso y del crimen, características abominables del experimento, y que socialista, que se intenta imponer en Venezuela para tragedia de millones de venezolanos, como lo fue para millones de rusos, para millones de chinos, para millones de cubanos, para millones de rumanos, y un largo etcétera de desdichas.
Un 5 de mayo de 1818, nació Karl Marx en Tréveris, localidad de Alemania. Se trata del pensador cuyo trabajo filosófico y político tuvo como consecuencia un cuerpo teórico que atendió el meollo del sistema económico capitalista a través de una ingente producción, cuyo texto cimero fue El Capital. Sobre sus ideas, se ha dicho todo, y más todavía; sobre sus interpretaciones, usos e implementaciones, se ha hecho de todo, por desgracia.
Para mí, sus conceptos como plusvalía, alienación, comunismo, clase obrera y demás terminologías, significaron una rebelión que se expresó con un lenguaje, para su tiempo, extrañamente justo. ¿Es que la explotación del hombre por el hombre es una leyenda urbana, no existe? Hoy, en el siglo XXI de las redes sociales, es más realidad que nunca; y ahora más cognitiva, más emocional, más subjetiva que antes.
Más aún en esta Venezuela, donde en nombre de sus ideas, y prostituyéndolas, violándolas o vomitándolas, se cometen las mayores explotaciones, las mayores iniquidades, las mayores injusticias propiciadas por una élite criminal que nos gobierna
Este presente que sufrimos, donde en nombre del pensamiento de Karl Marx se están cometiendo tantas expoliaciones, me lleva al aporte intelectual de Ludovico Silva, fallecido en 1988, quien concibió una reflexión de ruptura al denunciar la manera como el totalitarismo soviético y sus dogmas condenaron a las ideas marxista debido a su asociación con el fracaso económico, político, social, cultural, científico y militar en vastas regiones del planeta, que cayeron bajo su influencia y control, y en la consolidación de sociedades sin libertad, sin derechos.
Viendo entonces al régimen de Maduro, éste cabe bien en los parámetros de análisis que Ludovico estableció en su libro Antimanual para uso de marxistas, marxólogos y marxianos, ya que es evidente la cerrazón dogmática y la fosilización ideológica que caracterizan su manejo de la economía del país, a manera de fenómeno patológico que la ahoga con la planificación centralizada y las expropiaciones; lo que explica la ruina de la agricultura y la ganadería, el derrumbe de la industria petrolera, y el cáncer estatista que hizo metástasis en fábricas y empresas del Estado, las cuales son improductivas y burocratizadas.
El manual sovietólogo, sembrado en la cabeza de la élite en el poder, quebró este país; y todo esto se hizo en nombre del “socialismo”, pero no el fielmente sustancioso, profundo y dialéctico del barbudo de Tréveris, sino el de los regímenes totalitarios que sólo producen hambre y loqueteras, como el régimen de Corea de Norte.
Lamentablemente, ni a Chávez ni a su “hijo” se les ocurrió entender que más “dialécticos” fueron los chinos, quienes consolidaron su condición de potencia económica, pero desde las más duras y crudas premisas del capitalismo más bestial.