Subsidios cruzados, por Marco Negrón
En la década de 1970 los urbanistas caraqueños discutían la posibilidad de implementar un esquema de subsidios cruzados para garantizar a toda la población la prestación de servicios confiables y de calidad en energía eléctrica y agua potable entre otros. La idea era que, en una sociedad muy desigual y en acelerado proceso de urbanización, servicios esenciales para la vida ciudadana pudieran llegar a todos con nula o mínima dependencia del presupuesto público; para ello se establecerían mecanismos para que los estratos más ricos subsidiaran a los de menores ingresos pagando una tarifa superior al costo del servicio para garantizar el equilibrio del sistema. Una estrategia aparentemente impecable que apuntaba al desarrollo material sostenible apoyándose en un principio ético de gran valor: la solidaridad ciudadana.
El plan de la Oficina Metropolitana de Planeamiento Urbano de 1983 estableció ese como uno de sus objetivos centrales, pero la intención resultó frustrada: a la pertinaz visión rentista de nuestros gobernantes, convencidos de la capacidad inagotable de la renta petrolera para atender hasta los caprichos más extravagantes, se sumó la irresponsable liquidación de aquella Oficina por nada menos que los primeros alcaldes de la ciudad electos democráticamente. Hoy, con un mercado energético mundial enrumbado a una transición histórica y Pdvsa boqueando como consecuencia del saqueo bolivariano, la chapucería y las erráticas políticas económicas, aquella irresponsabilidad está pasando una costosa factura: en un país con cuantiosas reservas de agua y energía nuestras ciudades viven en la permanente angustia de cortes cada vez más prolongados y muchas veces imprevistos de tan vitales servicios, tensando las relaciones sociales hasta el extremo de suplantar la cooperación y la solidaridad con el instinto de supervivencia (mientras escribo la radio informa de un apagón de 50 horas en el sector oeste de Maracaibo, la segunda ciudad del país).
Como cuando se logre salir de la plaga bolivariana habrá que evitar la recaída en el rentismo y encarar con la mayor urgencia políticas públicas más austeras, justas y eficientes para sacar a nuestras ciudades del agujero en que las han metido, vale la pena repensar el tema
Desde aquellos ya lejanos años de finales del siglo XX, muchas ciudades de la región han implementado modelos de subsidios cruzados disímiles pero con resultados en gran medida frustrantes. En particular conviene darle un vistazo a la experiencia bogotana, que los ha puesto en práctica desde 1994 estableciéndolos a partir de una estratificación basada en las características exteriores de la vivienda, un método que permite una rápida implementación pero que suele comportar errores tanto de inclusión como de exclusión que tienden a magnificarse con el paso del tiempo y que hoy se tratan de corregir (v. El País, 22/04/2018): aunque se reconoce que han sido muy eficaces en la universalización del acceso a los servicios, sus efectos sobre la reducción de las desigualdades son mediocres y han terminado acentuando la segregación y la ineficiencia, por lo que muchos ponen en entredicho su utilidad.
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Volviendo a nuestro caso hay que decir que, si se lograra activar la estrategia de perseguir el desarrollo sostenible apoyándose en la solidaridad ciudadana se habrá dado un paso trascendental, dejando atrás el atavismo bolivarianista y superando a la vez una de las mayores falencias de la república civil del siglo pasado. Como lo que se va a recibir son ciudades en terapia intensiva que requerirán de acciones radicales y urgentes, conviene evaluar con atención la ya larga experiencia de la región para no botar al niño con el agua sucia.