La lenta mañana electoral del 23 de Enero, el «bastión chavista»
En el bastión del chavismo hubo más propaganda que electores en las colas. El madurismo activó la maquinaria para cazar a los vecinos y llevarlos a votar
En el 23 de Enero, el Partido Socialista Unido de Venezuela activó una gran maquinaria de movilización. Allí no se pueden permitir un resultado de alta abstención, ni hablar de una derrota. “Aquí nos organizamos para buscar a la gente y llevarla a votar”, admite Lucía. La mujer no revela su verdadera identidad pero explica cómo se han organizado. Dos mesas plásticas, afiches de Nicolás Maduro, uniformes con la imagen de la campaña y jingles a todo volumen sirven de base de operaciones.
Un lote de papeles muestra listas de nombres impresas. Son vecinos de la zona que rodea al Cuartel de la Montaña, el antiguo edificio remodelado para convertirlo en lugar de reposo de Hugo Chávez. “Aquí todos nos conocemos. Sabemos dónde están. Entonces vamos y les tocamos la puerta para llevarlos a votar”, sigue Lucía. Con motos y camiones trasladan a los electores.
Pero a mediodía del domingo, la participación era baja. En el centro de votación Manuel Palacios Fajardo, donde sufragaba Hugo Chávez y el de mayor población electoral (3.300 personas), apenas 25% había participado. Un dato similar al del centro ubicado en la Biblioteca La Cañada, el Estado Vargas y el Luis Enrique Mármol, todos adyacentes. Solamente en los dos últimos había testigos del comando de Henri Falcón.
A las afueras del primero, cruzando la calle y a menos de 200 metros, el punto rojo llevaba su registro. Con la aplicación VeQR desarrollada con recursos del Estado, se registraban los portadores del carnet de la patria, que en ese urbanismo parecen omnipresentes. “Así sabemos que ya participó”, detalla Carmen Reyes, coordinadora de la UBCH del 23 de Enero.
El instrumento ha sido calificado por opositores, académicos e investigadores como un sistema de control social. Maduro, durante la campaña, prometió premiar a los portadores que acudieran a las urnas, incluso con 10 millones de bolívares, que son cinco veces el salario mínimo mensual. “Si él lo dijo y lo prometió, yo confío en que eso lo darán a partir de mañana”, completa Reyes.
A mediodía aún Elvira no había votado. Salió temprano de su casa a hacer compras para desayunar, y planea sufragar en la tarde. “Espero que la situación cambie para mejor”, dice la mujer, aspirando que su candidato –que se negó a revelar– “sea mejor y actúe mejor”. A su juicio, el llamado a abstenerse no caló en el 23 de Enero.
Lo confirma Peggy a la salida del centro electoral Luis Enrique Mármol: “Yo vine a votar porque quiero que vengan cambios siempre para mejor”. Con su hijo en brazos, se niega a revelar por quién vota, aunque afirma que no es por miedo. “El voto es secreto”, se escuda la portadora del carnet de la patria que se disponía a acercarse al punto rojo a escanearlo.
“Hoy el proceso está tranquilo y rápido. Antes había más gente, y capaz es porque mucha gente se ha ido del país. Yo vine a votar porque espero la situación del país mejor, especialmente pensando en los chamos”, suelta Lenín luego de sufragar en el centro Estado Vargas, de una sola mesa. Allí también participa Carlos, quien a sus 21 años por primera vez participa de una elección presidencial. “Voté por un cambio, por mejorar la situación del país. Espero que mi candidato solvente los inconvenientes”, desliza en su ruta al punto rojo para escanear el carnet de la patria.
Henry Arias vive desde hace 60 años en el 23 de Enero y apoya al gobierno de Maduro, por quien votó. “¿Y por quién más?”, hace una mueca. Con su voto para Maduro espera que “cambie algo”, al menos.
El voto de Beatriz Ramírez tuvo voz. “Yo voto por el futuro de mi hija. Yo quiero que esto cambie para que ella pueda crecer aquí y no tenga que irse para poder vivir”. Reside en el bastión del chavismo duro, justo en La Cañada donde tiene sede el colectivo Coordinadora Simón Bolívar. “Vivir aquí es incómodo porque cuando quieres hacer un comentario diferente al chavismo, te caen encima. Todo el mundo sabe que aquí ellos mandan y por eso uno vive callado, sin libertad de poderte expresar. Por eso salgo a votar”.
“Yo hoy salí fue a hacer mercado. Porque, fíjate, la carne ya cuesta 3 millones un kilo (más de un salario mínimo mensual) y el queso va por millón y medio. Yo me tengo que ocupar es de eso. Capaz más tarde vaya a votar, pero mi prioridad es comer”, dice Zulay Guerra. Ella sabe, no obstante, que si a las 4 de la tarde no ha ido acudido a las urnas, la buscarán en su casa para “invitarla” y acompañarla a marcar el tarjetón. Aspira que, al menos, no puedan ver la opción que marque.