La vida y riesgo en el barrio, por Saúl Jiménez Beiza
Sabrina es una joven mujer de 22 años y con 3 niños a cuesta de 5, 4 y 3 meses y que vive arrimada en la casa de la mamá que la crió que a su vez tiene 5 niños y entre ellos el último de la misma edad del sobrino, es decir en una pequeña casa de barrio viven 2 familias y 11 personas de los cuales solo trabaja una persona con un sueldo mínimo y todas las bocas por consumir, a esa familia no llega ni madre del barrio, ni otro programa implementado por el gobierno para paliar la situación son las cifras ocultas de la pobreza y necesidad, es vivir en el hoy en el ahora, es de esas familias que no es interés de la clase política, del activismo, pareciera que son las familias que no aportan nada a la política y por lo tanto no son del interés de nadie, ellos están en su barrio soportando su miseria y hambre sin una luz que ilumine su horizonte hacia el futuro.
Ellas con sus 8 niños sólo tienen el acompañamiento del programa social que llevan las monjitas en el barrio y que consiste en una comida caliente y balanceada al día (a las 12 m) y luego esperar para ver que se consigue para comer en la tarde o si no esperar al siguiente día para ver que les proveerá Dios y el almuerzo en el comedor comunitario, así pasan y languidecen sus días entre una esperanza y una espera o que llegue alguien a calentarle la oreja a Sabrina y que quizás le pinte una vida bonita que termine en una nueva barriga y un nuevo abandono.
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Esta realidad se va repitiendo en el transcurso de los días y semanas en los diferentes barrios donde asistimos y donde trabajamos con los programas sociales, casi todos similares, una abuela cargada de 8 muchachos abandonados por las hijas que se fueron a buscar nuevos rumbos y que tratando de mejorar su situación y que esa abuela que está para ser atendida y no para tener esa carga encima, aun así ella la lleva con orgullo de madre comprometida con el futuro de sus nietos y como resolverle su situación, es muy poco lo que puede hacer.
Leyendo las novelas de Gallegos o los poemas de Andrés Eloy Blanco o cualquiera de los historiadores, novelistas, cuentistas de esa época y siempre se repite la historia de los niños macilentos mermados por el hambre, la malaria, tuberculosis y para usted de contar las diversas enfermedades, epidemias que pasaron nuestros habitantes en la década de los años 20-30-40 del siglo pasado con todo el atraso y pobreza que como país teníamos.
Ahora, en el inicio del siglo XXI volvemos a empezar a nombrar enfermedades erradicadas de nuestro vocabulario en el siglo XX como: tuberculosis, malaria, difteria, sarampión, dengue, mal de chagas enfermedades que generalmente se localizaban en las zonas más apartadas de las ciudades y sin embargo ahora las conseguimos en ciudades como Valencia, Maracay, Caracas, Barquisimeto.
Es decir nuestra población está totalmente desprotegida y no nos extrañe que dentro de poco también tengamos repunte de enfermedades como la gastroenteritis con sus síntomas más recurrentes como son la diarrea severas, vómitos, fiebre e igual la neumonía, meningitis, sinusitis y otitis a consecuencia que no se está aplicando en forma regular las vacunas rotavirus y neumococos en los centros de atención primaria de salud y eso afecta fundamentalmente a los sectores populares que no pueden recurrir a los centros de salud privado y que se consigue en los centros de salud privado a un costo de 150$ cada una.
Es decir que los niños menores a 2 años están corriendo otros riesgos mayores, toda esta situación nos debe llamar a la reflexión y que todos pensemos más en nuestro país y en los sectores populares y menos en nuestros proyectos particulares y nos avoquemos a rescatar nuestro país, su gente y sobre todo a los sectores más vulnerables de nuestra sociedad, ese es el reto y ahí debemos estar comprometidos todos para no continuar generando atrasos en nuestra población infantil.