Elaboración propia: lo más cercano a estrenar un par de zapatos (III)
Resignados a no poder comprarse zapatos nuevos, muchas personas han decidido fabricarlos ellos mismos su propio calzado a la medida
Dentro de unas cocuizas hechas con jean y cosidas con un hilo grueso blanco, Mónica Barrera protegía sus pies del suelo sucio del mercado de El Cementerio. Sobre el par de zapatos hecho por ella misma caminaba con las manos vacías por el estrecho pasillo seis del mercado, entre puestos que vendían y ofertaban su mercancía en dólares que ella no puede pagar. En un pequeño negocio de calzado femenino que atendía una sola mujer, vendían las sandalias entre nueve y 12 dólares.
Barrera, que trabaja en un laboratorio farmacéutico, no gana lo suficiente para comprarse un par de zapatos, ni siquiera en ese popular mercado al sur de Caracas, explícitamente dolarizado, que antes representaba una alternativa para los consumidores que no podían adquirir ropa y calzado en los centros comerciales. En otro puesto los deportivos para damas costaban 22 y 25 dólares, cuando un salario mínimo en Venezuela ronda actualmente los dos dólares mensuales.
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“Es difícil”, dijo, “lo que uno hace es estudiar los precios y después ve”. Resignada a no poder comprarse zapatos nuevos, Barrera decidió fabricárselos a mano. Guiada por un tutorial que encontró en la plataforma de vídeos Youtube, utilizó las suelas de unos zapatos viejos, ruedos de pantalones de jeans e hilo blanco. Así, por fin, pudo experimentar lo más cercano a esa placentera sensación de estrenar un par de zapatos.
Carlos Rodríguez también se puso manos a la obra. Solo le quedaban un par de botas de cuero, que mandó a reparar con un zapatero, pues los deportivos se estropearon y ya no tenían remedio. Rodríguez llevaba dos años sin comprar calzado nuevo cuando decidió remendar unas alpargatas que le regaló su hermana, desgastadas por el continuo uso. Las restauró forrándolas con unas cintas que le dio su sobrina.
Rodríguez cuenta que en la última semana de agosto vio que un par de zapatos costaba 600.000 bolívares en el centro de Caracas, aunque en un viaje de trabajo que hizo a Valera, Trujillo, encontró una imitación de una famosa marca estadounidense en 200.000 bolívares, monto que al tipo de cambio del día 7 de octubre (20.000 Bs./$) equivalía a 10 dólares, prácticamente su quincena. Tendría que sacrificar la comida y lo que le da al único hijo que le queda en el país.
“Uno se enfoca en lo inmediato, en lo más perentorio, que es la comida”, afirma, “y así vas dejando de comprar esas cosas que son cada vez más incomprables por la misma situación del país. Siempre hay algo que pagar, como la comida y el transporte, que te quita la posibilidad de comprar los zapatos”, añadió Rodríguez, quien manifestó simpatizar con el chavismo.
Actualmente una familia de cinco miembros necesita cerca de 300 dólares para pagar la canasta alimentaria y 600 dólares para la canasta básica de acuerdo con Oscar Meza, director del Centro de Documentación y Análisis Social de la Federación Venezolana de Maestros (Cendas-FVM).
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Josefina Vera también ha optado por lo hecho en casa. Tras recibir un curso impartido por el Inces y el consejo comunal de su zona en Flor Amarilla, Carabobo, comenzó a confeccionar sus propios zapatos de macramé. «A veces uso suelas de zapatos usados y otras compro nuevas. Son varios los modelos que he aprendido a elaborar», dice la ama de casa que ha logrado montar un pequeño negocio tejiendo calzados y sandalias para familiares y amigas. «No es mucho lo que se gana pero ayudo he ayudado a muchas mujeres a tener algo para usar», dice.
A esta estrategia también apeló Margarita Cañas, quien ante la imposibilidad de pagar los costos que exhiben la tiendas del centro de Caracas, ha optado por adquirir los zapatos tejidos que confecciona una amiga a quien suministra los materiales (hilo y suelas) y cancela la mano de obra. «Aunque los materiales subieron mucho, son una solución y además muy cómodos», comenta.
Estas historias evidencia que en Venezuela no se respeta el derecho al vestido, contemplado en el artículo 11 del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (Pidesc) y en el artículo 25 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (DUDH), ambos adoptados por la Asamblea General de las Naciones Unidas.
De hecho, en una protesta realizada en la parroquia Altagracia el 4 de septiembre, día del Empleado Público, Emilio Negrín, presidente de la Federación Nacional de Trabajadores Judiciales, aseguró que el salario se pulverizó y que llegó a cifras nunca antes estimadas. Luego se quitó uno de sus zapatos y expresó: “Todos los trabajadores públicos en Venezuela van a trabajar con los zapatos rotos, con la ropa rota porque no tenemos cómo comprar pues el poquito dinero que agarramos es para mantener a nuestras familias”.
La Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, sostiene que el acelerado deterioro de la situación económica y social en Venezuela está restringiendo el ejercicio de los derechos económicos y sociales de millones de personas.
“La economía atraviesa lo que podría ser el episodio hiperinflacionario más agudo que haya experimentado la región, afectando la capacidad de compra de alimentos básicos, medicamentos y otros bienes esenciales”, dijo al presentar información actualizada sobre la situación de los derechos humanos en Venezuela el lunes 9 de septiembre en Ginebra durante el 42° período de sesiones del Consejo de Derechos Humanos, que culminó el 27 de septiembre.
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