Instituciones prostituidas, por Simón Boccanegra
La doctora Luisa Estella Morales, presidenta del TSJ, se fajó el miércoles a hacer campaña electoral. Pronunció un discurso en el cual llamó a votar por Hugo Chávez, adornando su pieza oratoria con una catarata de loas a la «revolución», con menciones especiales al jefe. Esto pasa en Venezuela y ya ni se registra, tan acostumbrados estamos a este tipo de abusos del poder, pero para despedir la campaña vale la pena señalar una vez más el grado de prostitución al cual ha arrastrado al Poder Judicial la gente de su directiva y otros magistrados (con excepciones, desde luego). ¿Cómo puede ser ese TSJ garante de los derechos de los ciudadanos frente a terceros y, en particular, frente al Estado? No es posible. Alienado como está a Chacumbele, es imposible que emita algún veredicto que no cuente con el visto bueno de este. Para todo efecto práctico la presidencia del máximo tribunal la ocupa, en verdad, el propio presidente de la República. La autocracia venezolana ni siquiera disimula su condición. Chacumbele ordena autos de detención, tiene sus propios presos, pronuncia sentencias (propuso 30 años para la juez Afiuni), oye complacido y sonriente al tribunal en pleno salmodiar el «uh, ah, Chávez no se va». Estos han sido años de vergüenza nacional. Chacumbele ha humillado al país y a sus gentes, ha destruido la institucionalidad, haciendo de instituciones como el TSJ una mera oficina de Miraflores. Pero no nos ha vencido. El país que lo adversa le ha colocado la mano en el pecho, impidiéndole llegar a las metas de omnipotencia que se ha propuesto.
Ese país, con Capriles al frente, lo va a derrotar el domingo próximo.