Intolerancia, por Simón Boccanegra
En estos días, una señora llamada Rafaela Cusati, en cuyo currículo lo único destacable es que es la esposa de ese caballerazo, todo decencia y buen decir, llamado Alberto Nolia, entró a la biblioteca del Banco Central y percibió, entre las obras expuestas, una del historiador Elías Pino Iturrieta. Ante tamaña herejía, violatoria de las sagradas normas revolucionarias contra la presencia de autores y obras escuálidas o sospechosas de tales en territorio o ámbitos que el proceso considera propiedad privada, la señora montó en cólera y exigió el retiro inmediato de los libros de ese impertinente Pino Iturrieta de los estantes de la Biblioteca del Banco Central. La anécdota que envuelve a esta dama no tendría mayor trascendencia de no ser que ella revela un espíritu y una concepción de la vida que no se reducen a la señora Cusati sino que son propios de todo un movimiento que parte de la negación de cualquier opinión o postura que no sea la propia. Por ahora, verdad es que casos como el de la referida señora Rafaela Cusati de Nolia pueden ser considerados como personales, ataques hidrofóbicos aislados, pero lo malo es que ya van tantos casos «aislados» que hay razones para temer que la ideología del totalitarismo está ganando cuerpo en no pocos activistas del PSUV. Sería interesante conocer las opiniones del poeta Crespito o de Luis Britto García y algunos otros intelectuales que antaño solían rechazar como aberrantes conductas que como las de la señora Cusati eran propias de todo un régimen ante el cual ellos solían ser no poco críticos.