Jaque a la universidad, por Américo Martín
La sentencia N° 0324 dictada por el inefable TSJ el 28 de agosto de 2019 dio 6 meses de plazo a la UCV para elegir nuevas autoridades rectorales y decanales en los términos señalados por ella, que violan la Ley de Universidades y la autonomía universitaria, que ha estado vigente desde que el presidente interino, Edgar Sanabria la consagró sobre los escombros de la derrocada dictadura militar, mediante decreto con fuerza de ley, del 05-12-1958 y fue ratificada por las Constituciones de 1961 y 1999. ¡62 años de vigencia que se aproximan al fin de los fines!
El TSJ ya la había condenado al disponer 6 meses para que la UCV procediera a convocar elecciones pero no conforme con las disposiciones normativas de la ley, sino a las ordenadas por la sentencia. Las universidades nacionales han dejado correr peligrosamente el lapso, colocándose en el disparadero de perder todo, hasta el último vestigio de la autonomía, porque si deciden abstenerse, el TSJ quedaría en libertad de nombrar a su aire el gobierno de la UCV y luego de todas las universidades.
Un logro que siempre anheló y ahora caería en sus manos sin que los amantes de la universidad autónoma movieran una ceja para impedirlo. Sin embargo, semejante catástrofe pudiera revertirse si todos los universitarios organizan y convocan las elecciones a todo dar.
Se preguntarán mis desocupados lectores si habiendo tantas necesidades pendientes de solución, valdría la pena gastar esfuerzos en tirarse al piso para impedir este leñazo contra nuestras universidades.
La respuesta esta super probada en América. Destruyendo la autonomía difícilmente la educación superior podrá ser la gran palanca del desarrollo económico, que revertiría en su raíz el hambre, el desempleo, la inseguridad, la acelerada degradación de la salud, la educación y la prosperidad sacrificada a la ajada utopía del socialismo siglo XXI.
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La autonomía de las universidades devino emblema de progreso a partir de la Reforma Universitaria de Córdoba (Argentina) de 1918. La enseñanza impartida en el sistema que nos dio España, se había anquilosado como rémora del progreso científico y humanístico. Lo curioso es que el coloniaje de Hispanoamérica fue muy superior al del imperio británico. Alentada por la sensibilidad y empuje de Isabel la Católica, el imperio español fundó en sus colonias universidades y ayuntamientos del mismo nivel que los peninsulares, en tanto que las provincias bajo coloniaje británico fueron dejadas a la buena de Dios, teniendo que construir sus propias instituciones con participación de todos. Por dejadez del colonialismo inglés los americanos del norte se dieron naturalmente el enorme ímpetu que aún conservan, no lucharon por su libertad y autonomía, que ya tenían y en grado superior al de sus colonizadores.
Lucharon por el derecho a aceptar impuestos si no participaban en su elaboración. De ahí su emblemática consigna: “No tax without representation”
Carlos Tünnermann, académico, jurista, gran teórico de la educación, tenaz defensor de la autonomía y excelente político nicaragüense convino todas sus reconocidas destrezas para alcanzar la autonomía universitaria en su martirizada patria dominada por la dictadura de Somoza. Antes y después de aquella cruenta autocracia, Tünnermann postuló una y mil veces que Autonomía Universitaria y dictadura son excluyentes. ¿Cómo pudo filtrarla con el somocismo al mando? Bueno, en ese caso apeló a su condición de buen político.
El dictador no sobrevivió al atentado del músico, poeta y sastre Rigoberto López Pérez. El hijo del tirano muerto, Luis, carecía de vocación autocrática y quiso flexibilizar el rigor somocista, coyuntura aprovechada por Tünnermann y sus compañeros para filtrar la ley de autonomía. Sustituido Luis por su hermano Anastasio, sentó plaza de nuevo la dictadura. En lucha contra ella, Tünnermann se unió al sandinismo y rompió con él cuando percibió que Ortega optó por imponer la dura dictadura que tenemos a la vista.
Luchar por la autonomía es hacerlo contra la dictadura. El programa autonómico incluye el autogobierno, autoadministración, elección de sus autoridades, participación de estudiantes, profesores y egresados en el gobierno universitario en tanto que componentes principales de la enseñanza-aprendizaje, extensión universitaria, libertad académica, de opinión y de filiación ideológica. Todo eso cabe en la autonomía, a partir de la cual se expande y fertiliza democráticamente el resto del territorio.
Toca apelar al oficio político para salvar la universidad autónoma y democrática, “centro de la mayor ciencia y conciencia”, la llamaba el ilustre rector Ernesto Mayz Vallenilla.
Dos ineludibles decisiones han de adoptar los universitarios para superar el reto que encaran:
Candidatos aptos y únicos.
Abrumadora votación democrática.