Joseíto, por Tulio Ramírez
Twitter: @tulioramirezc
Así lo llamaban sus hermanos sacerdotes. Cuando escuché por primera vez ese diminutivo, no imaginaba que se referían a él. Imposible asociar esa expresión de cariño y aprecio propia de los panas de la esquina, con la investidura que supone ser la cabeza rectora de una universidad con tanto prestigio nacional e internacional.
Lo conocí personalmente el 6 de diciembre de 2015 cuando, junto a unos estudiantes, se acercó al centro de operaciones donde funcionaba la Red de Observación Electoral de Asamblea de Educación. Ese día se celebraban las elecciones parlamentarias, aquellas donde la estrategia unitaria se impuso de manera holgada a la fórmula del PSUV y sus aliados.
No me extrañaba su presencia. Nuestro distinguido visitante había tenido experiencia como observador de comicios. Haber formado parte del equipo de la Asociación Civil Ojo Electoral, junto a amigos mutuos como los profesores Luis Lander e Ignacio «Nacho» Avalos, lo calificaban sobre el tema.
A pesar de su corta estancia, intercambiamos pareceres sobre las acostumbradas trácalas y marramuncias del poder en estos eventos. Recuerdo que ante uno de los tantos reportes sobre el uso abusivo de recursos públicos, nuestro visitante premonitoriamente comentó que ese triunfo no sería garantía de paz y estabilidad política, por las maneras poco democráticas de los contrincantes. La historia le dio la razón.
Luego de ese encuentro no volvimos a coincidir, sino hasta el año 2017, cuando a este servidor se le presenta la oportunidad de dirigir el Doctorado en Educación de la Universidad Católica Andrés Bello. El rector Virtuoso me había escogido entre una terna de colegas con suficientes méritos para desempeñar ese cargo.
Ese ofrecimiento fue más que oportuno. Después de haber trabajado por 37 años como profesor en la UCV, 12 de ellos como jubilado, si no se hubiese presentado esa oportunidad lo que me esperaba era el autoexilio. Para ese entonces, como ahora, los sueldos de los profesores ucevistas no garantizaban un mínimo de nivel de vida. Con mi pensión de jubilación como Titular a Dedicación Exclusiva, tenía que decidir entre comer o pagar los servicios. No podía darme el lujo de pensarlo dos veces, me fui a la UCAB.
Cómo era de esperarse, conseguí en «la católica» (como popularmente la llaman los chamos) un ambiente muy agradable y lleno de retos, con objetivos consensuados, así como una preocupación extrema por la calidad del servicio que se presta, amén de un sueldo que me permitía comer y pagar servicios.
La adaptación no fue traumática. Por el contrario, además de las ventajas anteriormente comentadas, el advertir una vocación sincera de la UCAB por los menos favorecidos, me hizo sentir como en casa, es decir, como en la casa que vence la sombra. ¿Para qué más?
Un detalle adicional que me llamó la atención fue conseguir una comunidad «rodilla en colmena» —como dicen por allá— con su rector.
No era para menos, el padre Virtuoso era un rector accesible para quien quisiera conversar. Las puertas de su oficina estaban abiertas para todos. Lo podías conseguir en cualquier cafetín y abordarlo. En la oficina o en los pasillos siempre tenía tiempo para quien lo buscara.
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En ese ambiente me enteré de que sus compañeros sacerdotes lo llamaban Joseíto. Pero no era el Joseíto lleno de conmiseración hacia el más pequeño de la partida o hacia el más vulnerable. Era un Joseíto expresado con cariño y con respeto. Como el que le decimos al hermano escogido, al líder cercano y admirado, al que nos sirve de ejemplo por su tenacidad y modestia, al que honramos por su solidez y coherencia.
Durante sus exequias, escuché susurrar a un profesor jesuita amigo. Murmuraba algo así como «saliste de tu querido Catuche y hoy te esparces por el mundo». Pensé: de seguro quiere dejar constancia ante el Cristo crucificado del impacto y legado dejado por Joseíto, el rector amigo, el demócrata militante, el diálogo hecho persona, el orientador de almas. Definitivamente, Venezuela ha perdido a un gran hombre.
Tulio Ramírez es abogado, sociólogo y Doctor en Educación. Director del Doctorado en Educación UCAB. Profesor en UCAB, UCV y UPEL
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