Juan Carlos Zapata: «Venezuela es un país robado por donde lo veas»
El periodista, escritor e investigador venezolano acaba de publicar Madre mirando el puente, segunda novela; una historia «autobiográfica», que narra las vivencias de una familia «que estaba condenada a ser feliz en Venezuela»
“… Y hablaron del perfecto ciudadano que conviviría sin odios, sin rencores, sin divisiones. De una república orgullosa. Formada, instruida. De la moral y luces de los que ejercen los oficios en la cúspide piramidal. De los que hacen del honor su divisa. Hablaron de las ideas libres. Del debate sin trabas. Pero a Madre no la embaucaron tratándose de que eran eso, se les veía en la cara, embaucadores de la palabra y el falso juramento. Tiene brasas en la lengua, dijo Madre. Le llamean los ojos, observó. Madre comparó al líder con el faramallero de los confines. Con el lujurioso empedernido. Con el lenguaraz que saca «fiao» en bodega de víveres. Tenía los ojos penetrantes, con chispas de delirio…”
Este es un fragmento de “Fin de siglo”, uno de los primeros capítulos de Madre mirando el puente, segunda novela del periodista, escritor e investigador venezolano Juan Carlos Zapata (Guasdualito, Apure, 1960); una historia “autobiográfica”, que narra las vivencias de una familia que “estaba condenada a ser feliz en Venezuela”, pero “llegaron los Rebullones rojos, Ellos” y cambiaron el curso de las cosas, explica el escritor.
La pieza de 184 páginas y capítulos cortos, ya disponible en Amazon, tanto en formato Kindle como físico, es una novela directa “pero también simbólica y alegórica”, sobre la familia, la felicidad, la superación, el exilio y el desgarro; inspirada en la “épica” de la familia de Zapata: una familia humilde de la Venezuela de mediados del siglo pasado, conformada por mamá, papá y 10 hijos; que “luchó mucho” por salir adelante, que no tenía casa propia, pero la consiguió y que vio a sus hijos progresar, también dispersarse y partir tras la llegada de los rojos.
“Es la historia de unos niños felices, para mostrar que había posibilidades, que había oportunidades en Venezuela y había gente que quería salir adelante. Que nos sacó, empujó la impunidad, la violencia política y la violencia económica que impera hoy en el país; que no lo entiende nadie, ¿Cómo es Venezuela hoy? no lo entiende nadie… Las revoluciones destruyen, las revoluciones no construyen, al final no construyen”, señala el también autor de El asesino Juan de La Cruz, desde Madrid, donde reside actualmente.
La novela comienza en 1965, cuando la familia consigue una casa propia, una casa rural de las que vendieron los gobiernos de la democracia venezolana, luego de haber pasado por 10 residencias. Una casa que fue ampliándose, así como sus miembros fueron creciendo. El recinto al que volvían todos los hijos tras haberse ido a alguna ciudad a trabajar o estudiar. El “Palacio de Versalles” de Madre, donde se celebraban ediciones propias del Miss Venezuela y coronaban a alguna de sus siete tías. Y llega hasta la actualidad, el exilio y el naufragio del país.
Zapata no llama por nombre y apellido a los precursores de este cambio en la historia del país y de las familias venezolanas, ellos son “marcados” por símbolos como “los Rebullones rojos” –un guiño a Doña Bárbara, de Rómulo Gallegos–, “Las sombras” y “Ellos”.
“Se iban todos Madre, precipitados, enardecidos, huyendo de las máscaras y las sombras, de los rebullones rojos, de los alaridos proyectados por la muerte. Se fueron los nietos y nietas de las vecinas, de tus comadres y amigas de la Calle Rivas. Se fueron marchando. Se fueron aterrados, formando pelotones hambrientos de ilusión. Con la ilusión de apaciguar la pena, a veces cantaban y a veces guardaban silencio, un silencio sobrecogedor. Se fueron, Madre. Nos fuimos. Tú nos viste cruzar el puente”. Fragmento del capítulo “El puente”.
Las imágenes que han mostrados los últimos años los puentes Internacional Simón Bolívar (Táchira) e Internacional José Antonio Páez (Apure) dieron pie al nombre de la novela. “También con todos los puentes y todas las trochas, todos los sitios por donde están cruzando todos los venezolanos. Madre es la madre que encarna a todas las madres viendo a sus hijos cruzar el puente”, aclara el autor.
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Zapata comenzó a trabajar en esta historia en 2017, luego de un reencuentro familiar. “El exilio hace que la memoria mejore. En perspectiva, desde la distancia se recuerdan episodios, que anotas, escribes, y vas escribiendo y luego se pueden convertir en este tipo de productos. Esta novela no es solamente para recordar con nostalgia los buenos tiempos, ni lo malos; sino para enganchar con el problema del éxodo y el desgarro de los que hemos sufrido de una familia dispersa por el globo. El éxodo es un drama y no vivir en tu país es un drama y ver a tu país cómo está hoy Venezuela es doloroso”, señala.
–Usted es un autor conocido por sus trabajos de investigación, pero también ha incursionado en la novela, ¿cambia su proceso de escritura cuando está trabajando en uno u otro género?
–No, en ambos casos siempre me alimento de la actividad del reportero. Para esta novela yo recurrí a mi memoria y a mis recuerdos, pero también tuve que hablar con mucha gente: mi mamá, mis hermanos, mis primos, amigos.
Zapata ha publicado varios títulos para entender el poder y la concentración de dinero en Venezuela, entre ellos: Los ricos bobos, (1995); Las intrigas del poder, (1997); Plomo más plomo es guerra, proceso a Chávez, (2000); Dr. Tinoco, vida y muerte del poder en Venezuela, (2005); y Doña Bárbara con Kalashnikov, (2008). También acuñó el término «boliburguesía», el cual, en estos tiempos del chavismo, define la relación dinero, política y poder.
–En la contraportada del libro se lee que la novela “es a su vez el retrato de un país robado”. ¿Cómo es el retrato de un país robados? ¿Qué elementos hay en él?
–¿Un país robado?… Es un país al que siempre ves en la distancia, un país al que no puedes tener en las manos ni tocarlo, es un país que te resulta completamente extraño. Hay códigos que uno no entiende, hoy las relaciones económicas en Venezuela tienen unos códigos que los empresarios de antes no las entienden, porque no fueron educados ni ejercieron oficios bajo estos nuevos códigos. Con las relaciones políticas pasa igual. Un país robado no es que te robaron el territorio es que te robaron todo, los sentimientos que te unen a él, porque llega un momento en el que comienzas a romper lazos. Un país robado es cuando ni siquiera sueñas con el país.
“Cuando digo un país robado me refiero a mucho más que un país saqueado, un país robado es cuando te han quitado lo material y lo inmaterial, y es que Ellos, los Rebullones rojos lo han robado de esa manera, tratando de cambiarlo completamente; voltearon completamente el país, para no construir nada nuevo, solo para dejarlo destruido. Un país robado es un país destruido, también; un país movido de su espacio natural, ¿En qué espacio está Venezuela en este momento? ¿A qué pertenecemos? ¿A qué comunidad pertenecemos? Estamos en una disputa permanente entre las grandes y las medianas potencias. Venezuela es un país robado por donde lo veas”.