Jugando a la geopolítica, por Félix Arellano
La presión internacional que se mantiene y el desastre de las políticas económicas (cuestionadas incluso por sus aliados), se combinan y generan efectos cada día más negativos, pero el proceso bolivariano los desestima públicamente, presentándose como sólido y exitoso; empero, buscando oxigeno que le permita perpetuarse en el poder, está promoviendo una estrategia de juegos geopolíticos, uno de ellos tiene que ver con la activa participación en el club de los gobiernos autoritarios, liderizado por Rusia, a los fines de evidenciar apoyos y romper la tesis del aislamiento.
Otro juego, quizás el fundamental, es el salvavidas chino, escenario que en principio se presenta favorable para el gobierno bolivariano por la guerra comercial que promueve Donald Trump, pero la situación no está resultando fácil, incluso pareciera que se inicia una nueva etapa en la cooperación china, que tiene que ver con controles y condicionalidad, ¿empezaremos a extrañar al FMI?. Todo indica que China no garantiza recursos ilimitados a fondo perdido y crecen sus dudas; por otra parte, Rusia, que no tiene músculo financiero, ofrece manipulación mediática y falsos discursos.
Frente al creciente cerco de la comunidad democrática internacional el proceso bolivariano ha reaccionado promoviendo el apoyo mecánico de los gobiernos autoritarios. En este contexto, destaca su interés por desplazar el debate al marco de las Naciones Unidas, donde cuenta con el respaldo del Movimiento de Países No Alineados, organización anacrónica, que se ha mantenido en el debate ideológico, sin mayor atención por temas como los derechos humanos o la defensa de la democracia.
Otro escenario favorable para los intereses del proceso bolivariano es el Consejo de Seguridad, donde cuenta con el potencial veto de Rusia e incluso de China, miembros permanentes del Consejo y dos aliados importantes. De ser utilizado el veto paralizarían los esfuerzos por restablecer la democracia venezolana dentro de la organización, de allí la inteligente maniobra de la Sra. Nikki Haley Embajadora de los Estados Unidos, de abordar informalmente (formula Arria) el tema venezolano para ir generando conciencia y aliados sobre la gravedad del problema.
En el marco del club de los gobiernos autoritarios especial protagonismo corresponde al gobierno de Turquía, que luego del autogolpe de Recep Tayyip Erdogan, se encuentra en una deriva marcadamente autoritaria y totalitaria utilizando a tales fines, entre otros, el tema religioso, para lograr el mayor control de su población. Otro tradicional y viejo aliado autoritario es el gobierno teocrático de Irán. Al respecto cabe destacar la activa actuación que está desarrollando el grupo de Rusia, Irán, Turquía en el caso de Siria, precisamente tres gobiernos claves en el juego geopolítico bolivariano.
En estos momentos una hábil jugada geopolítica ha sido viajar a China buscando oxigeno financiero y para comprometerlo aún más con la sobrevivencia del proyecto bolivariano. El momento resulta estratégico toda vez que China enfrenta los ataques de la guerra económica que propicia Donald Trump, en ese juego, el gobierno comunista chino busca aliados y, paradójicamente, se presenta como el paladín del libre mercado
Como parte de la estrategia de expansión hegemónica China acaba de recibir 54 gobernantes de África en el Foro Económico China-África y les ha prometido recursos financieros del orden de los 60 mil millones de dólares. También está participando, con gran efecto mediático, en unos ejercicios militares con Rusia en Vladivostok. Paralelamente, Putin y Xi Jiping han instalado el Foro Económico Oriental, como una reacción ante los ataques de Trump.
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En el contexto de la guerra comercial, el gobierno bolivariano representa una ficha del juego; pero las perspectivas son complejas. Por una parte, el gobierno chino busca aliados y además quiere garantizar su posicionamiento en Venezuela; pero, está preocupado por el desastre económico del proceso bolivariano, que se presenta como la oveja negra en sus relaciones económicas con la región. Cabe destacar que con los gobiernos del sur tiene unas relaciones económicas estrechas y prosperas, en el marco de reglas claras que respetan la inversión y garantizan seguridad jurídica. En el desorden bolivariano hasta los aliados enfrentan graves problemas.
Para China la ficha bolivariana es importante y sus inversiones y negocios aún más, pero el desorden, la ineficiencia y la corrupción bolivariana pareciera que le obligan a asumir una nueva posición más rígida en el control, seguimiento y condicionalidad de su cooperación. El nuevo apoyo financiero al proceso bolivariano podría estar iniciando una fase dura en la cooperación internacional de China, que podría seguir los pasos del FMI, afectando entre otros el discurso de la soberanía. Ahora bien, la condicionalidad poco preocupa al proceso bolivariano, el objetivo es perpetuarse en el poder.
Otro elemento importante en la relación con China, tiene que ver con sus negociaciones económicas en pleno desarrollo con los Estados Unidos que, no obstante el impredecible comportamiento del Presidente Trump, pueden concluir este año con un gran acuerdo económico; en ese contexto, el proceso bolivariano resultará más pesado a los estrategas del partido comunista chino.
Los juegos geopolíticos del proceso bolivariano también se desarrollan en la región y, en tal sentido, a pesar del hambre y la miseria en Venezuela, mantiene las dádivas a la dictadura cubana. También se mantiene firme con sus aliados autoritarios de Nicaragua y Bolivia y trabaja, entre otros, en el marco del Foro de San Pablo, en la desestabilización de gobiernos “enemigos” como Argentina, Perú y Colombia