La carta de Cristopher retrata, otra vez, a los monigotes de Maduro, Sebastián Boccanegra
¿Qué haría en un país democrático el fiscal si un general, exjefe de la policía política, afirma que a un detenido le sembraron pruebas para acusarlo de un delito que no cometió?
Lo más seguro es que, en un país democrático, nadie le hubiera sembrado pruebas a nadie pero, en todo caso, el fiscal leería la acusación y abriría una investigación. Eso es imposible en Venezuela, pues el fiscal es un pelele al servicio de Miraflores.
El general Manuel Cristopher Figuera le escribió una carta pública al general Padrino López, donde le recuerda que estaba al tanto de las irregularidades e ilegalidades que permitieron llevar a Raúl Baduel a prisión. Incluso da el nombre del “agricultor” que sembró las pruebas contra el militar fallecido el 12 de octubre supuestamente a consecuencia del covid 19.
Cristopher denuncia que la acusación de conspiración fue un invento para sacar a Baduel del medio, dado su peso dentro de la Fuerza Armada, pero se duele que a lo interno de la institución armada el cúmulo de irregularidades que se produjeron en este proceso no haya generado ninguna reacción.
Le sugiere a Padrino verse en el espejo de Baduel y lo alerta para que lo ocurrido por quien en algún momento estuvo en el olimpo de los dioses chavistas no se vaya a repetir en la figura del general Miguel Rodríguez Torres, quien no se habría prestado para ser “marioneta” del poder de Miraflores.
La misiva de Cristopher reafirma algo que todo el mundo conoce: los sapos son parte fundamental de la institución armada, pues “si se escapa un mal comentario o mensaje sus superiores son capaces de llevarlo hasta la muerte”. Pero no es lo único: también que el propio autor de la misiva queda al descubierto pues sabiendo lo que ocurría no hizo nada por evitarlo, guardó silencio y se convirtió en cómplice de esa injusticia.
Este tipo de situaciones son propias de gobiernos autoritarios, donde las instituciones no funcionan sino que están al servicio de quien detenta el poder, por lo que los más altos funcionarios terminan, todos, convertidos en monigotes.