La coba del sabotaje, por Teodoro Petkoff
Bueno, ¿y en qué quedó finalmente la investigación «hasta las últimas consecuencias» sobre Pudreval? Porque hasta ahora no se ha pasado de las «primeras consecuencias»: tres personas detenidas y ni una palabra más sobre el estado de la investigación. «Tres chinitos de Recadi», pues, en alusión al famoso ciudadano chino que fue el único preso por los escandalosos guisos que fueron cometidos durante el régimen de control de cambios cuyo Cadivi se llamaba «Recadi», allá por lo ochentas del siglo pasado. Hoy es lo mismo.
Un escándalo fenomenal con la comida que se pudrió en los puertos, que además puso al descubierto una extensa red mafiosa que se enriquecía con las importaciones de alimentos, y que de pronto se esfuma de la opinión, como si nunca hubiera existido. En otras palabras, el gobierno ya le echó tierra, ya tapareó ese atraco a la Nación.
Podemos estar seguros de que, mientras Chávez sea gobierno y la Asamblea Nacional sea lo que es hoy, nunca se sabrá nada. Es una práctica habitual.
Los casos de corrupción que no han podido ocultar han terminado en investigaciones chucutas y en juicios farsescos, que nunca concluyen. Impunidad es el nombre del juego. Pero esta cuenta ahora con un nuevo aliño: la acusación de «sabotaje». Sobre Pudreval lo insinuaron. Los apagones comienzan a ser explicados por «sabotaje». Se ha llegado a decir, incluso, que parte de los homicidios son realizados por la oposición, para «sabotear» la supuesta política antidelictiva del régimen.
Es imposible no reír ante estas «explicaciones» estúpidas pero cuando se recuerdan experiencias de otras tierras, donde la acusación de «sabotaje» precedió masivas operaciones de represión, entonces un escalofrío recorre la espalda. ¿Por qué, de pronto, aparece esta ubicua acusación de «sabotaje»? ¿Es un mero argumento acomodaticio, para disimular la incompetencia, para disfrazar la corrupción, para acusar a unos seres misteriosos, que serían los fulanos saboteadores, sin otras consecuencias? ¿O, por el contrario, se trataría de una operación de ablandamiento de la opinión pública, de modo tal que ésta se encuentre «preparada» para cuando comiencen a ser presentados un montón de infelices de los que se dirá que se trata de los tales «saboteadores»? No es fácil discernir de qué se trata exactamente pero no está de más recordar lecciones de la historia. No hay nada más fácil que lanzar sobre unos fantasmáticos «saboteadores» la responsabilidad de la incapacidad del gobierno.
Fracasadas como fueron las «explicaciones» tipo «El Niño» para la crisis eléctrica o reducida a una payasería lo de Pudreval, lo que queda es apelar a unos «malvados», que pulularían dentro de las filas de la revolución, capaces de provocar estropicios tan grandes como dejar podrir miles de toneladas de comida o dejar sin luz a media Caracas. La próxima vez cuéntanos una de vaqueros, Elías Jaua.