La cosa se pone color de hormiga, por Xabier Coscojuela
Hay una vía constitucional que estamos convencidos permitirá salir del atolladero: el revocatorio. Falta que el Gobierno la reconozca y no la torpedee, como ha venido haciendo
Autor: Xabier Coscojuela
El cielo encapotado anuncia tempestad. Esta frase es parte de una estrofa del himno que supuestamente cantaban las tropas de Ezequiel Zamora y que hace unos años entonaban los chavistas. Hoy, en realidad, el cielo está cada día más encapotado y no precisamente por la llegada de las ansiadas lluvias, sino como consecuencia de unas políticas absolutamente erradas a las cuales, desde el pasado viernes, hay que agregarles un inconstitucional y muy peligroso decreto de estado de excepción que refuerza la tónica autoritaria y represiva del gobierno de Nicolás Maduro.
Dicha decisión gubernamental está dividida en dos partes. La que se podría denominar «económica» es una copia casi fiel al primer decreto de emergencia económica anunciado en enero y que no ha servido para absolutamente nada positivo. Hoy, después de 120 días de su aplicación, la economía nacional y, sobre todo, la economía familiar de cada venezolano está mucho peor. La inflación anda tiene más velocidad, el desabastecimiento aumenta y la productividad de las empresas sigue palo abajo.
Peor de lo mismo, tal como se lo vaticinó la fracción mayorítaria de la Mesa de la Unidad en la Asamblea Nacional a la hora de analizar y decidir si aprobaban o no el referido decreto.
Emplear la misma medicina que tiene a la economía del país en estado de coma para tratar de sanarla era un contrasentido. La MUD debe hacer el mayor esfuerzo para cobrar en la calle la posición asumida en enero y ratificada sesenta días después.
Ahora bien, el decreto anunciado el pasado viernes tiene en su sección «económica» un aparte sumamente peligroso. No es que sea nuevo que el Gobierno mezcle a la administración pública con el partido, pero en esta oportunidad Maduro, creyéndose Lenin, repite «todo el poder para los CLAP», los fulanos comités locales de abastecimiento y producción, en un momento en que el país no produce lo suficiente en prácticamente ninguno de los rubros regulados y que ha disminuido drásticamente las importaciones, por lo que esos comités se terminarán convirtiendo en otra fuente de corrupción y, como ya hay denuncias concretas, en otra forma de discriminación política, algo que tampoco es nuevo en el arsenal maduro-cabellista.
En su parte política, el decreto todavía es más peligroso porque da carta blanca, ya muy descolorida, para reprimir de manera indiscriminada. Es una vuelta de tuerca más en el autoritarismo que ha caracterizado al chavismo desde su irrupción allá en 1992 y que se ha venido consolidando a lo largo de todos estos años.
Esta ruta gubernamental debe ser derrotada por las fuerzas democráticas del país.
En medio de este panorama cada vez más encapotado, para los que creemos en el diálogo y el acuerdo se nos aparece una rendija a la esperanza cuando se anuncia la visita de monseñor Paul Richard Gallagher y de los expresidentes José Luis Rodríguez Zapatero, de España, y Martín Torrijos de Panamá. El representante del Vaticano canceló su viaje, lo que no es nada positivo, pero permanecen en Venezuela los dos expresidentes.
Al momento de escribir estas líneas apenas se están sentando con representantes del sector democrático del país. Esperemos que signifique el inicio de un camino que despeje el panorama y permita resolver el conflicto político nacional por cauces civilizados.
Somos firmes partidarios del diálogo. Creemos en eso de que hablando se entiende la gente. En estos momentos intentar ponerse de acuerdo es fundamental.
Hay una vía constitucional que estamos convencidos permitirá salir del atolladero: el revocatorio. Falta que el Gobierno la reconozca y no la torpedee, como ha venido haciendo. Lo importante en este momento es permitirle al soberano que se exprese y que su decisión sea acatada por todos.
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