La crisis apaga las voces en las universidades venezolanas
La educación superior en Venezuela también es golpeada por la marejada de la crisis económica nacional. Profesores y estudiantes transitan por los pasillos de los recintos universitarios sabiendo que sus bolsillos atentan contra su permanencia en las aulas
Autor: Ronald Uribe
La crisis que se vive desde 2017 en Venezuela ha perjudicado también al sector universitario. Profesores y alumnos han decidido dejar su actividad académica, ya sea para irse del país y buscar una mejor calidad de vida, o para trabajar e intentar mantener lo mejor posible sus condiciones socioeconómicas.
Las universidades -sean públicas o privadas- no han escapado de esta realidad. Desde 2013, los profesores de las casas de estudio superior han expresado su descontento por los bajos salarios, que ya en esa época no les alcanzaba para vivir bien. Además, el presupuesto asignado a estas instituciones resultaba insuficiente, lo que se evidencia en hechos como fallas en los comedores, transporte y mantenimiento de la infraestructura, entre otros.
Es el caso de Rafael Urdaneta, Coordinador de Información del circuito FM Center y exprofesor de la Universidad Santa Rosa, estuvo impartiendo clases de radio en esa institución desde enero de 2015 a mayo de 2017 y dice que cuando se retiró de la docencia, su sueldo era Bs 400 la hora. “Yo daba dos horas a la semana, por lo que al mes cobraba Bs 4.000 (…) Cobraba cada cinco semanas más los cestatickets por hora trabajada, que me sumaban 12.000”, relató.
Urdaneta agregó que “realmente el trabajo de la Universidad era más por pasión, vocación y un tema de ayudar al país, no por tema de sueldo. Si tuviera que depender de ese dinero, no hubiese aguantado ni un año”.
En la pública UCV la situación no es distinta. Allí, el sueldo de un profesor a dedicación exclusiva, puede llegar a Bs 2.300.000, según el Secretario de Asuntos Académicos de la UCV, Gregorio Alfonzo, monto por lo demás insuficiente para cubrir la canasta alimentaria, que de acuerdo al Cendas, demanda 98 salarios mínimos para adquirirla.
El rector de la Universidad Metropolitana, Benjamín Scharifker, alertó que la ida de profesores es dramática y dijo que desde 2016 se ha perdido aproximadamente el 40% de los docentes a tiempo completo en la institución que dirige. “Algunos de esos cargos los hemos podido reemplazar con nuevos profesores, pero muchos de esos cargos no los hemos podido reemplazar y hemos disminuido el número”.
Señaló que en otras universidades reportan cifras similares que rondan entre 40 y 50%, ya sea por las compensaciones salariales o la falta de recursos para impartir clases. En ese sentido, dijo que la falta de dedicación exclusiva de profesores a la enseñanza e investigación, representa un atraso en la educación superior de unos 60 años.
“Es una actividad amateur (…) En lugar de ser profesional, se convierte en actividad de aficionados”, dijo.
Estudiantes en fuga
Para los estudiantes, la situación también se pone color de hormiga porque tienen que sobrellevar y superar escollos como la incapacidad de reponer insumos de estudio, el aumento constante del pasaje, el incremento de los créditos para estudiar -en el caso de las instituciones privadas- y la paralización de actividades, que han hecho que los bachilleres deban dejar sus estudios superiores para, o bien buscar un empleo en Venezuela o irse al extranjero, en algunos casos a formarse para luego enviar dinero al país.
Es el caso de Andrea Godoy. Esta joven de 22 años cursaba química pura en la Universidad Central de Venezuela. Señala que desde marzo de 2017 no recibía clases por factores como las protestas antigubernamentales y la falta de reactivos para realizar las prácticas. En noviembre tomó la decisión de emigrar para continuar con su formación.
“Perdí casi dos semestres y no sabía cuánto tiempo tenía que esperar. Mi papá está aquí en España y me dijo que me viniera a estudiar. En Venezuela no se consigue nada. Afuera se hace más que adentro y puedo ayudar a mi familia”, aseveró.
Manifestó haberse sentido triste por haber abandonado la UCV, pero quiso poner buena cara al mal tiempo al poner las cartas sobre la mesa y decir que “en cualquier parte te va a ir mejor que en Venezuela. Estoy clara que a Venezuela yo no regreso (…) Lo que más me motiva es que puedo crecer, tener oportunidades de crecimiento (…) Lo que quiero es comerme el mundo porque en Venezuela no me podía comer ni una arepa”.
Este escenario es cuantificado por Alfonso, quien alertó que en los últimos 12 meses se observa una disminución en inscripciones de 32% y un amento en la solicitud de certificaciones ante la Secretaría con miras a emigrar.
“Más o menos se reciben 80 certificaciones por día. Es bastante elevado. Si se multiplica por cinco, son 400; si lo multiplicas por cuatro semanas son 1.600 y si lo multiplicas por nueve meses, bueno, da un cálculo bastante importante casi 9.000 solicitudes. El 60% corresponde a egresados y el otro 40% a los alumnos”, especificó.
Públicas y privadas
El decano de la facultad de Arquitectura de la UCV, Gustavo Izaguirre, subraya que a pesar de que en esa carrera no se registra un gran éxodo de profesores y alumnos, sí hay indicios de que la crisis “pega” en todos los sectores porque, por un lado, hay bachilleres que suspenden de forma temporal los estudios para viajar al extranjero trabajar por un tiempo y traer el dinero, mientras que por otra parte, los profesores más antiguos están pidiendo la jubilación al cumplir los 25 años de servicio, cuando antes se quedaban dando clase por 10 años más.
A pesar de que en esa facultad no se tienen laboratorios, los alumnos deben hacer entregas físicas de trabajos, en los que pueden usarse varias hojas impresas por las dos caras, lo que causa un gasto enorme para el bolsillo.
“Una lámina doble carta, impresa a blanco y negro, cuesta Bs 20.000. El pasaje se incrementa y representa otro costo para el estudiante (…) una caja de creyones cuesta un millón (…) Los alumnos tienen que entregar proyectos en cuatro o cinco DVD’s y cada uno cuesta Bs 300.000. Esto afecta la deserción en los primeros semestres”, alertó.
El rector Scharifker señala que en universidades públicas, como la Simón Bolívar, la deserción estudiantil es de 55%, mientras que en algunas facultades de la UCV hay clases con solo 30 alumnos de 100 que deberían cursar la materia.
En las universidades privadas la situación es igual o más complicada, debido a que a los costos que ya tienen que asumir las familias como transporte y material de estudio, se le suma el tema de la matrícula y el valor de las unidades de crédito para cada materia a cursar.
Eduardo Dávila, de 19 años de edad, era estudiante de Comunicación Social en la Universidad Santa María. Solo cursó un semestre y se retiró a mediados del segundo porque, a pesar de considerar que el valor de la matrícula es “accesible”, los gastos adicionales eran muy altos. Por Ello decidió buscar un empleo y colaborar con los gastos del hogar.
“El pago de pasaje, la impresión de los trabajos, las guías de estudio, los diferentes materiales, me hicieron tomar la decisión. Además, yo necesitaba una laptop o una computadora disponible para mí. Se me dañó la mía hace ocho meses y no he podido reponerla. También fue por el nivel de depresión de la gente que es alto. Nadie tiene ganas de ir a estudiar, tus compañeros se fueron (…) los profesores no asisten (…) conozco el caso de un profesor que se fue porque ganaba más como vendedor”, relató.
Crédito que pagar
La unidad de crédito (UC) es, digamos, la base que usan los recintos privados para calcular el costo del semestre. Por ejemplo, en la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) para finales de febrero de 2018, la UC “base” tenía un valor de Bs 345.000, mientras que para las materias prácticas el importe es de Bs 448.500.
Tomando como base el pensum del primer semestre de Comunicación Social de esa casa de estudios, las seis materias dispuestas tienen 31 créditos: 27 de materias teóricas, que representan Bs 9.315.000, y 4 de materias prácticas, con un valor de Bs 1.794.000, lo que da un total de Bs 11.109.000.
En el caso de la UCAB, las autoridades rectorales buscan apoyar a los estudiantes a través de varias becas como la conocida “beca trabajo”, en la que el estudiante paga con su labor parte de la matrícula; la beca académica Andrés Bello, que cubre al menos 80% de la matrícula, y la 20/20, iniciativa dirigida a jóvenes entre 17 y 24 años que quieran estudiar Educación en cualquiera de las siete menciones que ofrecen.
Al respecto, Scharifker refirió que se ha podido mantener el número de estudiantes “no porque no haya habido deserción, sino que el número de estudiantes que se han ido han sido compensado por nuevos ingresos, o egresados de otras universidades”.
La Universidad Metropolitana también se rige por créditos, en donde cada unidad se sitúa en Bs 300.207. Según la página de esta casa de estudios, para finales del mes de febrero 2018, una persona que inscriba un número de cuatro materias por trimestre y que cada asignatura tenga tres créditos deberá cancelar una matrícula de al menos Bs 12.000.000
El rector Benjamín Scharifker alertó que debido a la situación de hiperinflación que vive el país, sería inviable calcular el precio de la matrícula de forma trimestral.
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