La culpa es de la CIA, por Teodoro Petkoff
Hubo una época en la cual el oficialismo de entonces solía explicar las tribulaciones sociales y políticas del país por la acción de un ubicuo y siniestro “agente ruso” (ni siquiera se decía soviético). El oficialismo contemporáneo reproduce el mismo argumento, pero desde la otra cara de la medalla: ahora es la CIA la responsable de todo lo que le sale chueco al gobierno. Ahora resulta que después de la brutal “limpieza” llevada a cabo en Pdvsa, donde la persecución política alcanzó extremos demenciales, sobrevivieron unos agentes de la CIA y ahora están nuevamente en acción, “desestabilizando” a la “nueva Pdvsa”. Si en la Costa Oriental del Lago se arma un conflicto laboral, es la CIA quien tiene su mano peluda metida. Si los niveles de producción en Occidente están cien mil barriles diarios por debajo del objetivo -como debió admitir el Presidente-, es porque la CIA obstaculiza el fluir del crudo en algunos pozos. Y así, hasta la nausea.
Pero la verdad es que el comodín de la CIA ya no logra tapar una desagradable evidencia: Pdvsa se está volviendo otro Cadafe, otro Seguro Social, otra cualquiera de las múltiples empresas públicas venezolanas quebradas; saqueadas por sus administradores, focos pestíferos de corrupción y emblemas de la ineficiencia. A la Pdvsa de “antes” se la puede acusar de cualquier cosa, pero debe reconocerse que los gobiernos venezolanos y sus partidos se cuidaron de preservarla de los asaltos de los depredadores de otros ámbitos del sector público. Se tenía conciencia de que podíamos meternos con el santo pero no con la limosna. Eso hizo de la empresa, ciertamente, una caja negra, pero una caja negra bien administrada, auditable y auditada, bastante pulcra y con altos niveles de eficiencia. Ahora, aunque en algunos aspectos es una caja negra aun más cerrada, en otros, sus escándalos internos son de dominio público.
La ruptura de las normas tradicionales de comercialización (directamente con clientes finales, sin intermediarios) tiene revoloteando en torno a Pdvsa una nube de traders, surgidos de las cuevas de los distintos grupos de poder interno, que tienen en sus manos la colocación de un millón de barriles diarios mediante oscuras negociaciones, con descuentos inimaginables, que dejan “comisiones” nunca antes vistas en la historia de la corrupción nacional. Las finanzas de Pdvsa se han hecho inauditables y el propio Banco Central pide continuamente que se establezcan reglas claras y fijas para el manejo del fondo “social” que Chávez obligó a crear y que maneja de modo absolutamente discrecional, cual jeque árabe.
Por cierto que el reclamo tributario que hace la República a las operadoras transnacionales no tiene nada que ver con Pdvsa. Rafael Ramírez no puede ganar indulgencias con escapularios ajenos. Lo de los impuestos es un asunto del Seniat y si al tema se le quita toda la paja truculentamente “nacionalista” con la cual lo adorna Chávez, lo que queda es el ejercicio soberano de la materia impositiva, prevista, por lo en los propios contratos celebrados durante la apertura petrolera. Las empresas saben bien que las condiciones del mercado obligan hoy a la revisión de su contribución fiscal. Pueden discutir el detalle pero no el concepto global.
El punto es que mientras por un lado se ajusta la carga impositiva a las empresas transnacionales, que, ¡ojo!, hoy producen la mitad del crudo que exportamos, por el otro, la catástrofe anunciada de Pdvsa va reduciendo el rol productor de nuestra gran empresa petrolera. Y todo eso, sangrienta ironía, en nombre de la lucha contra el imperialismo.