La culpa es tuya, por Teodoro Petkoff
La gente no necesita de sesudos y técnicos análisis económicos. Las colas inmensas ante las tiendas de electrodomésticos fueron más que elocuentes el fin de semana. Todo el mundo sabe que devaluación es sinónimo de subidas escandalosas de precios así que una marabunta salió a comprar lo que pudiera a precios viejos. Ya somos veteranos de devaluaciones. No es este nuestro primer Viernes Negro. Ya también sabemos lo que viene: un costo de vida que nos hará sudar petróleo para poderlo cubrir.
Chávez no tiene excusas. Ha sido su disparatada política económica la que lo ha obligado a devaluar. Ha devaluado después de cinco años de la mayor bonanza petrolera del siglo, durante los cuales entraron al país miles de millones de dólares, pero pésimamente manejados. No puede escudarse en que heredó una crisis fiscal creada por «gobiernos anteriores». El suyo ya es dos gobiernos anteriores y pico. Los problemas fiscales que tiene los parió él mismito.
No puede alegar que se quedó sin reservas internacionales, porque hay 35 mil millones de ellas. La recesión económica es suya-suyita. El Gran Charlatán decía que estábamos «blindados». Pero el blindaje no resistió los efectos del Plan de Destrucción Nacional que adelanta Chacumbele. La economía venezolana cayó 2,9% en 2009 pero la mundial sólo en 1,1% y la latinoamericana en 1,8%. Nuestro desempeño económico fue mucho peor que la media mundial y que la media del continente. Todos las tonterías que condujeron a esta devaluación brutal llevan, pues, su exclusiva marca de fabrica. Esta devaluación es made in Miraflores. Inflación, recesión y ahora devaluación, darán más inflación y más recesión.
Estanflación llaman esto los expertos. Estancamiento más inflación. ¡Qué revolución más bonita! Devaluaron tarde y mal. ¿Por qué lo hicieron, entonces? A nadie han engañado. El gobierno necesita plata y nos la va a sacar del bolsillo, clavándonos el peor impuesto, la inflación. Cada dólar petrolero le producirá ahora 4,30 y no 2,15. Duplica sus ingresos. Más plata para derrochar y para financiar su campaña electoral.
Presiones adicionales sobre los precios. La falacia de que nuestro salario mínimo era el mayor de América Latina se volvió pupú. A 2,15 claro que lo era, pero no a los 6 o 7 del dólar permuta ni a los 4,30 de ahora. Tendremos un año de fuertes presiones salariales porque la carestía de la vida, que ya es insoportable, será peor. Costos más caros, por tanto, y más gasolina para la inflación. Pero no se atreven a decir la verdad. Engañan al pueblo a pura coba. Ahora, esto y que es para estimular las exportaciones. ¡Por favor! ¿Nos creen estúpidos? Después de once años de predicar «crecimiento endógeno» (sustitución de importaciones), súbitamente descubren que de lo que se trata es de exportar, o sea, «crecimiento exógeno». El inefable profesor Giordani nos dice que se «busca hacer más competitiva la economía venezolana, al promover las exportaciones». Tarde piaste pajarito. Once años destruyendo el aparato productivo, con exportaciones no-petroleras que llegaron el año pasado escasamente a un poco más de 3 mil millones de dólares, y ahora nos vienen con el cuento de que la mera devaluación lo va a sacar del hoyo. Esta no basta para superar el desastre de las empresas estatales exportadoras arruinadas ni el de las privadas en la lona.
Dejaron sobrevaluar el bolívar hasta extremos demenciales, manifestación típica del rentismo, y se gastaron una bola de dólares para aplastar la tasa paralela sin lograrlo, y ahora Chacumbele nos sermonea con lo de superar la «economía rentista». ¡Vaya pa’l carajo!