La Cumbre de la hipocresía mundial, por Luis Ernesto Aparicio M.
Twitter: @aparicioluis
«Ya es suficiente de tratar al planeta como un inodoro. Suficiente de estar quemando el mundo, de perforarlo, de abrirle minas. Estamos cavando nuestra propia tumba», advirtió el secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, en uno de sus discursos en la Conferencia del Cambio Climático que, al momento de escribir estas líneas, continúa en Glasgow, una populosa ciudad de Escocia.
El discurso de Guterres, tiene como marco la presencia de más de 120 jefes de Estados y 25 mil delegados que estarán presentes hasta este 12 de noviembre.
Cabe destacar que esta es la segunda vez que se lleva a cabo, ya que la primera se realizó en Berlín (Alemania) en 1995, y es la que más ha llamado la atención por la situación de riesgo que se tiene en cuanto a las condiciones de vida en la tierra.
¿Qué ha pasado desde el primero compromiso que hicieran los grandes países para frenar o estabilizar las emisiones que, durante sus procesos industriales de generación de electricidad y movilización se desprenden? Pues, desde ese entonces se ha producido el efecto contrario, ya es más del 60% el índice de aumento de ellos. Porcentaje que venía disminuyendo durante la pandemia, pero que ha iniciado su inexorable ascenso. Así como también, las temperaturas en la tierra han venido en aumento; por lo que esta Cumbre pareciera ser un ejercicio más de retórica y compromisos al aire.
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La Cumbre lleva como objetivo principal el hacer cumplir el acuerdo de París suscrito por 197 países en 2015 en el cual se había fijado que en el mundo se debe permitir una temperatura, como máximo, de dos grados centígrados por encima de la existente antes de la revolución industrial.
Más allá de eso lo ideal sería que al aumento de temperatura, como mucho, 1.5 grados centígrados sobre aquella que se registraba en tiempos de la economía agraria y la confección a mano. Cosa que, a estas alturas, parece imposible. Mucho más si los países con mayor responsabilidad en la emisión de gases que dañan la capa de ozono siguen mirando hacia otro lado cada vez que se trata de asumir responsabilidades.
Qué pasaría si no hay acción. Hoy ,el 8% de la superficie terrestre se hace difícil de habitar porque mantienen una temperatura de 29º centígrado, y para 2070 se estima que toda el área de la franja ecuatorial tendría unas temperaturas tan elevadas que sería complicado vivir, porque estarían equiparadas a las del desierto del Sahara. En ese espacio terrestre se incluye Venezuela y algunas de sus ciudades, como, por ejemplo, Coro, Barquisimeto y Maracaibo
¿El remedio? Disminuir de forma drástica la emisión de gases que producen el efecto invernadero. La tarea debería ser de entrega obligatoria para estos países: China, que produce más de 11.000l toneladas de dióxido de carbono, seguido de los Estados Unidos con 5.800 y la India con 2 .000 millones. De ellos, al menos los Estados Unidos es el que ha mostrado, durante la gestión de gobierno de Joe Biden, mayor preocupación y apoyo a la reducción del deterioro al que el ser humano ha sometido a la tierra.
Ejemplo de lo que acabo de señalar es que, hasta el fin de semana pasado, había dos acuerdos: 103 países se comprometieron a acabar con la deforestación mundial para 2030; por otra parte, los Estados Unidos propusieron un plan, que fue respaldado por otros 100 países, para reducir las emisiones de metano que es el responsable del 25% del calentamiento global. Sin embargo, tres países no firmaron ninguno de esos acuerdos: China, Rusia e India. Algo así como el trío de la indiferencia ante la catástrofe que se avecina, si recordamos el peso de responsabilidad que cada uno de ellos posee.
Para producir los cambios se requieren unos cuatro billones de dólares. Los países ricos se han comprometido con 100 millones, de los cuales solo se entregaron unos 80. Pero también se requiere de legislaciones que contribuyan con el control —o eliminación— de las emisiones y otros daños ecológicos y es, quizás, la peor parte de todo, porque puede que el dinero se logre, pero en la legislación entran en juego intereses y otras maniobras de las grandes industrias, sobre todo la de producción de combustibles fósiles.
¿Por qué necesitamos legislaciones estructuradas y firmes? Pues, porque requerimos que se legisle sobre construcción de casas; el uso o reemplazo de autos de combustión; la conversión de la energía que llega a los hogares, las industrias y comercios. En resumen, todo lo que permita disminuir o detener la generación de los gases causantes del efecto invernadero.
Pese a que todos acudieron a la Cumbre con un horizonte —al menos en los discursos, claro, y con el objetivo de sumar voluntades—, el evento puede dejar en el camino muchas oportunidades que permitan ayudar para que la tierra se recupere y comience a tomar un aire fresco. Que vayan disminuyendo los niveles de altas temperaturas, al término de alcanzar los adecuados y necesarios para la vida en la tierra. No obstante, lo que se va desprendiendo de la Cumbre, más allá de los aplausos entre ellos, es esa sutil hipocresía que se respira en esas reuniones, mientras que la tierra, y la vida misma, espera por rápidas y efectivas respuestas.
Luis Ernesto Aparicio M. es Periodista Ex-Jefe de Prensa de la MUD
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