La diarrea de Chacumbele en vivo y en directo

Debo confesar un delito de leso bolivarianismo: nunca veo «Aló Presidente». Conozco bien el drama de la pantalla de la computadora en blanco cuando el tema del día se hace elusivo porque la situación está calichosa. Sería infinitamente menor si me calara el show del susodicho, porque proporciona temas por montón. Pero a estas alturas de mi ya larga vida tendría que estar loco de bola para perder mi tiempo de esa manera. Sin embargo, cuando me cuentan de algunas de las cosas que Chacumbele dice, casi me arrepiento de mi decisión. No por la profundidad o densidad de lo que me pierdo, que ninguna de las dos es mucha, sino por sus ocurrencias, ésas que en francés llaman boutades, algunas de las cuales son realmente insólitas. Hace poco dedicó casi quince minutos del show (que en ese momento especial habría matado de envidia a Emilio Lovera y a Laureano), a describir los apuros que pasó aquel día que se puso a taladrar uno de los túneles del ferrocarril del Tuy y tuvo que parar porque se estaba cagando. Quince minutos en televisión y radio hablando de su diarrea y de las maromas a que se vio obligado para «hacer del cuerpo», como dicen en Colombia. Supongo que sus jalabolas le dirán que eso lo «humaniza», que «lo hace un ser humano como los demás», que lo muestra bajo una luz favorable, de «hombre sencillo». Pues bien, aunque Chacumbele crea lo contrario, esa actuación lo muestra como un tipo insoportable; el falso gracioso rompegrupo, como un autócrata que atribuye a su diarrea y a sus ganas de ir al baño tal dimensión histórica, que merecen el «honor» de su máxima difusión mediática. Después se queja de que los camarógrafos del canal 8 no quieran trabajar gratis. Deben, según Chacumbele, trabajar gratis porque la transmisión de los sufrimientos revolucionarios a causa de la traición de sus tripas es una contribución a la cultura bolivariana. A malhaya que Simón Bolívar no está vivo para que le hubiera dado unos buenos planazos por falto`e respeto.