La diferencia entre Alfonsín y Maduro, por Beltrán Vallejo
Argentina vivió, con el gobierno de Raúl Alfonsín, una de las experiencias hiperinflacionarias más conocidas de finales del siglo XX. Con este gobernante, el país sudamericano sufrió una espiral inflacionaria como la que actualmente aqueja la Venezuela de Nicolás Maduro.
Pero si soy más preciso en la comparación, en medio de la semejanza en el empobrecimiento masivo de ambos pueblos, de pulverización del salario, de hambre reinante en las calles, de locura irresponsable con la emisión de dinero inorgánico, con recesión económica y demás demonios desatados, se puede destacar las abismales diferencias en lo que concierne a la personalidad política de ambos mandatarios, ya que en el caso del presidente Argentino, éste no se hizo el loco, y, con todo y sus errores, asumió su responsabilidad ante los estrépitos del fenómeno inflacionario. En cambio, el venezolano nos asombra con su distanciamiento y su “shakirismo” (ciego, sordo y mudo) ante el drama de un pueblo que todos los días se hace más pobre (por supuesto, todo lo contrario de la oligarquía política, empresarial y militar en el poder).
Leí una de las tantas entrevistas que le hicieron a Alfonsín; por cierto, él fue protagonista de una compleja transición por donde se enrumbó Argentina para salir de una larga noche de dictadura militar y de 10.000 desaparecidos, cuyo momento cumbre fue su elección como Presidente de la República. En dicho trabajo periodístico, le hicieron la siguiente pregunta: “¿Quiénes fueron los responsables de la hiperinflación?” Destaco entonces la firme, gallarda y noble respuesta de este estadista: “Yo era el presidente, así que soy el primero”.
Viendo esta expresión, la Venezuela actual tiene ante sí la magnitud descomunal del principal problema de una Venezuela hambreada; eso se explica en el hecho de que el inquilino de Miraflores, el “hijo de Chávez”, el popular “Nico”, no asume esa problemática a la manera de Alfonsín; él prefiere la indignidad; él hace responsable a medio mundo; “no deja títere con cabeza”. Para él, el responsable es la “guerra económica”, el bloqueo, Trump, Santos, las mafias colombianas, los lacayos del Imperio, los comerciantes, los bodegueros, los bachaqueros, la MUD, la “derecha”; es decir, la política económica de Venezuela es un coroto que cualquiera maneja, menos él, el hombre, igual que Chávez, con las mayores facultades presidenciales que la historia haya registrado para controlar la economía; es decir, ¿dónde ha estado él?; ¿dónde está el?
Por supuesto, Alfonsín, igual que nuestro compatriota, aplicó planes, cambió la moneda, aplicó controles sobre los precios, quitó ceritos en el billete y demás acrobacias; fue del gradualismo a la monetización en sus ajustes y medidas; pero, ¡qué va!, sucumbió. No obstante, al menos dio la cara, asumió su responsabilidad, entregó el mando, renunció; no quiso poner en riesgo la democracia recién lograda; no se atornilló en el poder; anticipó su salida del gobierno, en bien del país.
Lamentablemente, el de aquí, hirsuto de fracasos en todas sus acciones económicas, manejando la economía con un decreto de emergencia en la mano desde el 2016, prefiere chocar con los intereses nacionales; prefiere seguir errando; prefiere seguir con su ceguera o miopía; prefiere seguir la borrachera de mandar dinero electrónico por el carnet de la patria; prefiere hablar del mundial de fútbol o llamar a elecciones de concejales; por cierto, esto último es una depravación en medio de tantas otras prioridades en materia de comprar alimentos y medicinas; pero no, él opta por resolver el acomodo de las tribus clientelares y parasitarias del PSUV; ¡qué descaro!; ¡qué irresponsabilidad!
¡Caramba, Maduro!, cómo te falta la grandeza de aquel estadista.