La doble popularidad de “Musulungo”

Roberto Herrera, catcher de porte formidable, fue el prototipo perfecto de un cuarto bate. Alto, fornido y ponchón. Temido al extremo por los pitchers. Era de los toleteros que mandaban la pelota mínimo a mitad de gradas cuando le daban de lleno con la maceta del madero. Y para colmo lo apodaban “Musulungo”
Autor: Héctor Becerra
Llegó a Venezuela a finales de los 60, como parte de la camada de buenos beisbolistas profesionales cubanos ahuyentados de la isla por el castrismo. El apodo de Roberto Herrera, que según algunos portales significa “hombre negro, grande y atlético” le calzaba justo.
Se vino a Venezuela contratado por los Leones del Caracas para la temporada 1967-1968, ya a los 28 años de edad, y desde el primer momento el mulato impresionó por su físico de casi dos metros de altura y 100 kilos de peso. Prontamente se hizo popular por su juego alegre y danzón, típico de los peloteros antillanos.
“Musulungo” no dio muchos jonrones durante sus cuatro campañas con el Caracas hasta la 1970-1971. Solo conectó 10 en 118 encuentros y 422 turnos legales, pero igual deleitó a los fanáticos de los “melenudos”, con los que ganó el campeonato ese mismo 1967-1968. Casi siempre sus batazos salían disparados como cañonazos, hasta los que terminaban en outs.
En total despachó 129 hits, incluyendo 18 dobles y un solitario triple, lo que no es de extrañar para un jugador de semejante contextura. Su promedio con la estaca fue de un excelente .306 y aunque no se crea terminó con cuatro bases robadas. Más maña y astucia caribe que velocidad, sin duda alguna.
Herrera había iniciado su carrera profesional con los Leones de La Habana, en 1955, y llegó a ser firmado por los Cardenales de San Luis en las Grandes Ligas. Nunca jugó en las mayores a causa de una lesión que le restó condiciones, por lo que decidió incursionar en los circuitos caribeños. Estuvo en Nicaragua y Panamá, y luego, después de dejar a los felinos caraquistas, también vio acción en México.
Cambio de suerte
Tras su retiro como jugador activo en 1975, “Musulungo” cambió radicalmente de rol dentro del ámbito beisbolero al prepararse a nivel de escuela de arbitraje y ponerse el uniforme azul de umpire. Una faceta que probablemente fue la que más celebridad le dio a la larga. Si el moreno cubano fue popular con la mascota y el bate, más aún lo fue cantando bolas y strikes.
En torno a su nuevo papel en las siguientes décadas se fue forjando una suerte de leyenda, con innumerables anécdotas y salpicones de medias verdades. Lo cierto fue que se convirtió en uno de los árbitros con más personalidad y calidad que haya pasado por la pelota venezolana y regional. Asistió a varias Series del Caribe y arbitró diversos encuentros de series finales en condición de juez principal.
Parado detrás del plato, de chef umpire, infundaba tal respeto que ningún pelotero se atrevía a discutirle una sentencia. “Musulungo” solo tenía que quitarse la careta protectora, lanzar una mirada feroz al inconforme –de mentira porque era conocida su fama de persona amable y buena gente– y adiós protesta. Los peloteros se retiraban mansitos al dogout.
Llegó a ser uno de los umpires más reconocidos y experimentados, asistió a varias series del Caribe y arbitró incontables cotejos de series finales detrás del home. Él fue el umpire principal cuando las Águilas del Zulia ganaron su primer título en la zafra 1983-1984. Estuvo en la primera base la noche que Baudilio Díaz estableció su récord de 20 vuelacercas y en la tercera cuando Urbano Lugo Jr. le propinó a La Guaira el no hit no run que le daría al Caracas el gallardete del torneo 1986-1987, última vez que los Tiburones estuvieron en el partido final por el título de campeón hasta la contienda 2011-2012. Su lista de trabajo como “ompayer” es larga y tendida.
Así que “Musulungo” se fue de Venezuela casi en los límites del siglo XX quedando como uno de los íconos de este beisbol. Dejando una extendida estela con más de una historia por contar. La más divulgada, quizás, y que no le hacía ninguna gracia cuando se lo comentaban, era aquella de que cada vez que le tocaba arbitrar en el home el juego se iba a entradas extras. “Hoy salimos tarde, porque el ‘ompayer’ es “Musulungo”. Que en paz descanse.