La expropiación de los catienses, por Eduardo Matute A.
Twitter: @edmatute
In memoriam: A Santiago Martínez, primer presidente de Coopercentro
El 18 de marzo pasado los antiguos propietarios anunciaron la recuperación del centro comercial Sambil, ubicado en la parroquia Candelaria de Caracas. Esto tras casi 14 años ocupada por el Estado venezolano. Los entes gubernamentales no han ofrecido información oficial al respecto.
También hace 14 años, en esa oleada de expropiaciones que desde la administración se llevó a cabo, sin planes para su utilización, ocurrió la ocupación de los terrenos donde operaba Coopercentro, en la avenida Sucre del oeste caraqueño.
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Casualmente, en el 2008, esta experiencia, ya rondaba por sus 14 años de existencia. En esta zona de Caracas, caracterizada por una tradición de organización comunitaria desde el año 1994, un grupo de hombres y mujeres expandieron un proyecto que se propuso prestar múltiples servicios a los habitantes de Catia hasta convertirlo en un centro comercial cooperativista donde se conseguía de todo a precios razonables y se realizaban, además, diversas actividades comunitarias: deporte, cultura, reuniones tanto de cooperativas como de otras organizaciones sociales.
Este centro comercial aglutinaba bajo la figura jurídica de Coopercentro —una cooperativa de cooperativas—, a 22 entidades populares de la zona. Su automercado, bajo la figura de Feria de las Hortalizas, llegó a convertirse en el mayor mercado al detal de hortalizas, verduras y legumbres, del Área Metropolitana de Caracas. En el año 2006, se presentó a la Alcaldía de Caracas, el Proyecto Pirámide, para trasladar a espacios en los terrenos de esta cooperativa de cooperativas, a los comerciantes informales de la Avenida Sucre de manera organizada y dignificándolos. La alcaldía, como respuesta desechó la propuesta y en su lugar se le trasladó a un estacionamiento, sin las más mínimas condiciones laborales y lejos de sus mercados naturales.
Contra la experiencia comunitaria de este conjunto de cooperativas, el para ese entonces alcalde de Caracas, Freddy Bernal, lanzó una agresiva ofensiva para terminarla. A pesar de un recurso de amparo solicitado por los cooperativistas, en septiembre del 2008, con la policía y grupos armados no identificados, ocupó las instalaciones, desalojó a las cooperativas que realizaban sus actividades y logró un espacio anarquizado.
14 años después de esa ocupación, los terrenos que ocupaba la Cooperativa, siguen anarquizados, nada ha prosperado en el espacio. La historia de las expropiaciones volvió a repetirse, esta vez en Catia.
La confiscación de Coopercentro tuvo dos objetivos. Primero, el evidente: hacerse de un terreno de 26 mil metros cuadrados —un espacio similar al Sambil de la Candelaria— contiguo a la estación Agua Salud del Metro, para satisfacer intereses pecuniarios de quien sabe que funcionarios; y un segundo objetivo, que fue expropiar las expectativas de autonomía y esperanzas de cientos de cooperativistas catienses.
Se violentaron derechos constitucionales al trabajo, al debido proceso, a la defensa y a la libre asociación y organización. Se les hizo perder ahorros y el trabajo a cientos de personas asociadas a las 20 cooperativas que hacían vida en la sede y se les hizo perder un espacio de obtención de bienes y servicios a las miles de familias que se abastecían en esta cooperativa.
Reconstruir esas pérdidas no es tarea fácil ni de poco tiempo. No es cuestión de llegar a acuerdos con unas pocas personas, con el capital suficiente para levantar un centro comercial, sin crear las condiciones para una economía dirigida por los propios catienses, con capital comunitario. Es un reto para los que se recuerdan de estas organizaciones y para los que ahora deben enfrentar su reconstrucción. Hay un costo inmenso por reponer.
Eduardo Matute es cooperativista.
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