La Gran Venezuela, por Teodoro Petkoff

Uno de los dogmas que atesora la parte más atrasada y primitiva de la ya suficientemente anacrónica izquierda borbónica, es el de que la revolución se define por la propiedad estatal de todos los medios de producción, es decir, por la estatización de toda la economía. En las condiciones de Venezuela, esa «izquierda» paleolítica exulta de gozo con las nacionalizaciones de Cantv y La Electricidad de Caracas, y con las anunciadas de Sidor y las plantas de cemento.
«¡Así, así, así es que se gobierna!» Esa falsa izquierda cree que las estatizaciones las inventó Chávez. Olvida que este país siempre contó con un poderoso capitalismo de Estado. Si el capitalismo de Estado fuera revolucionario, esa izquierda que ni olvida ni aprende, debería explicarnos cómo es que los gobiernos de la «podrida Cuarta República», que no eran propiamente revolucionarios, estatizaron las compañías petroleras imperialistas y las compañías imperialistas que explotaban las minas de hierro, crearon Sidor, Alcasa, Venalum, Bauxilum y estatizaron las minas de bauxita, crearon Edelca con sus grandes represas hidroeléctricas, crearon Viasa y Aeropostal, fueron propietarios de hoteles, centrales azucareros, plantas de televisión y de radio y una larga etcétera. ¿O es que eran gobiernos revolucionarios y no lo sabíamos? Con pocas excepciones casi todas las empresas se transformaron en barriles sin fondo, ineficientes y corruptas.
Esa «izquierda» tarúpida, que jamás se detiene a pensar en quién paga los almuerzos, nunca se preocupa por el «pequeño detalle» de la viabilidad económica de las empresas del Estado.
Debería leer entonces los balances presentados por los gerentes «revolucionarios» de la CVG, sobre las empresas básicas de Guayana. Casi todas están en rojo, registrando pérdidas cuantiosas; todas registran bajas de la producción; casi todas cubren sus pérdidas con la plata del fisco nacional. Como fue siempre: nada nuevo bajo el sol. ¿Es bueno eso para el país? Este es precisamente el punto. Más allá de la amenaza antidemocrática que representa el capitalismo de Estado dentro de un contexto autoritario, autocrático y militarista como el actual, de entrada lo que inquieta es que las empresas recientemente estatizadas pasen a ser también esos barriles sin fondo que han sido tradicionalmente las empresas públicas, viviendo de la respiración boca a boca que les administra el fisco nacional, sobrecargadas de personal, acumulando pérdidas colosales, tecnológicamente cada vez más atrasadas (el caso del aluminio es doloroso), propicias para toda clase de latrocinios y con producción estancada o en baja. Estatizar o privatizar son opciones abiertas a cualquier clase de gobierno o régimen. Hay empresas que deben ser estatales y otras no.
Depende de muchos factores, pero esencialmente es un asunto práctico y pragmático.
¿Sidor era mejor para el país antes, cuando era estatal y le costaba una bola de plata a la nación en transferencias del fisco, o era mejor para el país en manos privadas, proporcionando una bola de plata a la nación en impuestos?