La incomodidad de hablar del hambre, por Marianella Herrera-Cuenca
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Sí, todas las vidas han existido temas incomodos, difíciles de conversar abiertamente. Tradicionalmente hablar de sexo, religión o política han sido temas controversiales que no necesariamente fluyen de buenas a primeras, ya lo demuestra el incremento de las enfermedades de transmisión sexual, los conflictos religiosos y las diferencias políticas, pero ahora globalmente también se une un tema más a esta incomodidad: el hambre.
Y es que en un mundo lleno de opulenta tecnología, y de lujos extremos, para algunos es más que incómodo tocar un tema tan básico como la satisfacción de las necesidades alimentarias de la población. Más incómodo aún, observar el desarrollo de una situación que podría llegar al hambre y advertirlo cuando se va en contra de la percepción de la mayoría, o el no aceptar lo que ocurre cuando no se quiere ver el “hueco” en el cual se va a caer.
Es el caso de Venezuela, un país rico, con sus problemas del pasado, no volveremos a ellos, los que vivimos en Venezuela los conocemos de sobra y el cómo llegamos hasta donde estamos, camino por cierto que tiene la interpretación de cada quien según su pensamiento, experiencia y reflexiones. Lo cierto es que parte del panorama actual venezolano, incluye la presencia del hambre expresada en eso que se llama desnutrición crónica como algunos organismos la definen o como severa inseguridad alimentaria como otras instituciones la llaman.
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Pero no menos cierto es que costó mucho que se aceptara el deterioro de las condiciones de la alimentación y sus consecuencias nutricionales. Costó muchísimo, costaron incluso varios reconocimientos inmerecidos y a destiempo de una situación confusa e irreal, así como vidas de muchos inocentes
Hoy en día, una parte de la comunidad internacional quizás prefiere decir que intuye, que podría haber hambre en Venezuela y en otras partes del mundo, aunque le resulta incómoda la conversación. Resulta incómoda porque muestra el fracaso de las políticas públicas para erradicar el hambre, resulta incómodo porque después de salvar una vida, lo que queda de vida se vuelve miserable y duro de enfrentar
Resulta duro porque no solo basta con estar vivo, hay que estar vivo y vivir la vida a plenitud, gozar de los derechos humanos fundamentales, tener las oportunidades de educarse, de trabajar, de ganar un salario digno, de entender lo que se lee, de crecer hasta el tamaño verdadero que la genética dicta. Resulta incómodo, porque tras décadas de mejoría, hay un retroceso importante que va más allá de cualquier excusa, y continúa incómodo porque a Rosa, María, José y Chuíto no les importa que haya un 33% de niños entre 0-2 años con desnutrición crónica y nadie toma las políticas adecuadas, a ellos les importa que se les reconozca como individuos y se trabaje con ellos y por ellos para empoderarlos y buscar soluciones para sus niños desnutridos.
Las estadísticas sirven para traducirse en hechos, y las estadísticas de salud, alimentación y nutrición deben traducirse en rostros, en individuos saludables, que comen tres veces al día y cuyos niños asisten al control de niños sanos, al jardín de pre-escolar, que aprenden a leer y escribir y entienden lo que están leyendo porque tienen un cerebro sano y apto para ser educables.
Pero sigue siendo incómodo, y cualquier excusa es buena, intrafamiliarmente, fuera de la familia, en la comunidad y en la sociedad. Es que me robaron la comida, es que no me dieron la comida, es que yo no sabía, suelen ser excusas familiares, hay otras excusas, no hay electricidad porque hay un ataque electromagnético, o las sanciones que llegaron después de la instalación del hambre. Todo en pro de justificar lo injustificable, mientras los más necesitados sufren, se deterioran y su vida puede no continuar por muerte, o continuar con discapacidades que son difíciles de enfrentar en una situación como esta.
La invitación es una vez más a trabajar todos juntos, los temas incómodos siempre serán incómodos, pero la búsqueda de soluciones en cualquier ámbito de la vida pasa por superar la incomodidad de enfrentarlos, de hecho es el primer paso de la solución. A mí que me gusta ver siempre el vaso medio lleno en lugar de medio vacío, a la incomodidad la veo como la oportunidad de iniciar el proceso de revertir el hambre en Venezuela.
¿Tienes hambre? Exprésalo, dilo, pide ayuda. ¿Tienes alguna manera de ayudar y no lo hiciste? Reconoce: me equivoqué, pero rectifico y voy en la línea correcta ahora. Lo más sanador del mundo es enfrentar: los miedos, las equivocaciones, lo incómodo, y si hablar del hambre del pueblo venezolano puede resultar muy incómodo en pleno siglo XXI