La otra abstención, por Teodoro Petkoff
Se habla mucho de la abstención de los opositores, pero no se le ha prestado atención a la otra abstención, la de los votantes del No. Es cierto que 36% de quienes votaron Sí en el RR no participaron en la elección de los gobernadores, pero no es menos cierto que 46% de quienes votaron No tampoco acompañaron a las candidaturas ungidas por el dedo de Yo El Supremo. Dicho de otra manera: por el No sufragaron 5 millones 651 mil 425 electores, pero por los candidatos chavistas a las gobernaciones lo hicieron 3 millones 56 mil 92 personas. Dejaron de votar 2 millones 595 mil 533. Por el Sí votaron 3 millones 888 mil 817 venezolanos, pero por los candidatos más significativos de la oposición (en varios estados hubo más de uno) lo hicieron 2 millones 501 mil 238. No votaron 1 millón 387 mil 579 electores. Casi uno de cada dos electores del No se abstuvo en las regionales, mientras que uno de cada tres de los votantes del Sí lo hizo para las gobernaciones. Conclusión: la abstención fue bastante mayor entre los simpatizantes del chavismo que entre los de la oposición.
Una primera lectura de estos datos indica que las raíces populares del chavismo en tanto que movimiento son más cortas de lo que sus dirigentes fingen creer. Por tanto, al igual que con los resultados del RR, que en números redondos mostraron un país escindido prácticamente en dos mitades, el chavismo debería fijarse en tales evidencias cuantitativas para no deslizarse por la pendiente de un ejercicio arbitrario y autocrático del poder institucional que hoy maneja. Ocurre que políticamente hablando, el chavismo (digo bien, el chavismo, no Chávez) no está tan arraigado en el pueblo como alardea, y que tanto el mandato ratificado de Chávez como el de los gobernadores y alcaldes no son un cheque en blanco ni una patente de corso, que permita desdeñar la opinión contraria y asfixiar la disidencia.
Una responsabilidad fundamental de cualquier gobierno es la de crear condiciones para que las naturales confrontaciones propias de la vida política no desborden los límites impuestos por la necesidad de convivir en un mismo país. No es que la oposición sea ajena a este propósito, pero es obvio que la carga mayor de ello recae sobre el principal factor político del país, que es el gobierno. Este es un momento propicio para que el equipo gobernante y en particular el Presidente terminen de pasar la página y aborden el futuro inmediato desde la perspectiva de atenuar conflictos innecesarios y contribuir a crear condiciones para la normalización de la vida política. En este sentido, por ejemplo, una amnistía para los presos políticos y el cese de la persecución judicial por motivos políticos podrían abrir nuevas e interesantes perspectivas a la vida de la República.