La pelea es peleando, por Teodoro Petkoff

El país vive momentos dramáticos. Reina en el mundo de la oposición una gran confusión. La Coordinadora Democrática, cuya política pública es la de participar en el proceso electoral, organiza y financia una comisión, la de Tulio Álvarez, cuyos trabajos concluyen llamando a la abstención. Alfredo Peña, sin consulta alguna con sus apoyantes, anuncia el retiro de su candidatura. En Mérida, dos candidaturas de oposición que sumadas derrotarían al candidato oficialista, se niegan rotundamente a un acuerdo unitario. En Táchira, los candidatos de distintos grupúsculos hacen unas primarias entre sí para escoger un candidato único ¡para enfrentar al otro candidato opositor, el “Cura” Calderón, en otras primarias! —que, desde luego, no tendrán lugar, así que habrá dos candidaturas opositoras. En Anzoátegui, el gobernador opositor reeleccionista y su rival adeco acuerdan dirimir el asunto mediante encuestas cuyos resultados luego ninguno de los dos reconoce. En Caracas, Liliana Hernández y Carlos Melo no logran un acuerdo unitario y la cosa termina con el retiro de la primera. Los argumentos de ambos son idénticos pero exactamente opuestos.
Todo esto no puede ser sino gasolina para la candela abstencionista, que es la verdadera trampa que acecha a la oposición. Para algunos de los grupos abstencionistas la cosa es muy fácil. No ocupan hoy ninguna posición ni regional ni local, no tienen nada que perder, de modo que pueden jugar al ultrarradicalismo impunemente. Lo peor es que no pasan de declaraciones y proposiciones truculentas, de cuya inviabilidad ellos mismos están conscientes.
Pero hay gobernadores y alcaldes comprometidos con sus respectivos estados y municipios, con gestiones respetables, que no pueden darse ese lujo; tampoco organizaciones políticas cuya vigencia y futuro quedarían seriamente lastimados si se rinden sin pelear. Un examen atento de los números del RR revela que el gobierno puede ser enfrentado con éxito en muchos sitios. Pero a condición de que la gente vote. Una abstención grande le hace el juego al gobierno.
Quienes creen que quedándose en casa “deslegitiman” al gobierno alimentan una ilusión. En realidad se deslegitiman a sí mismos. En nombre del radicalismo verbal, del energumenismo inútil, se termina favoreciendo los intereses que se dice adversar. Sobre el desánimo no se puede fundar ninguna política, menos aún sobre la resignación —que, por cierto, es el sentimiento que prevalece en muchos abstencionistas. “Que se cojan todo”, dicen algunos. ¿Se les acabó el espíritu de combate? ¿Creyeron que la cosa era coser y cantar? Siempre dijimos, escrito está, que esta no es una carrera de velocidad sino un maratón. Pues, lo es. La lucha política es una cosa ruda y dura y quien no sabe sacar fuerzas de flaqueza para volver a fajarse cuando lo tumban no puede aspirar a nada grande y perdurable.