La pesadilla, por Teodoro Petkoff
Con lo de Montesinos se puede imaginar al Presidente o a Miquilena como unos tipos que tratan desesperadamente de espantar una pesadilla y no logran despertarse. La pesadilla los envuelve y los sofoca. Miqui dice a la prensa que ya no hay más nada de que hablar y que el caso está cerrado. Pero el caso se empecina en seguir rondándolo. Hugo, por su parte, silbandito en la oscuridad, dictamina, cual juez supremo y sin que nadie se lo pregunte, que Otaiza está libre de polvo y paja. Pero mientras más lo dice, mayores son las suspicacias. Primero que nada, si hay una investigación en marcha, ¿cómo se le ocurre al jefe del Estado interferirla con una opinión como esa, que prejuzga el resultado de aquella? Tiene que haber mucha angustia, mucha desesperación para proceder de modo tan contrario a los fueros de la ley. Es obvio que Hugo está trazando una línea para los investigadores: cualquiera puede ser culpable, menos Eliécer. Tampoco prejuzgamos y mal podríamos sostener a priori la responsabilidad de Otaiza en este oscuro affaire. Eso sólo puede determinarlo una investigación judicial. Pero la «absolución» que dictó el Presidente sin duda que condiciona la actuación de los fiscales y de la Fiscalía. El Presidente no quiere que involucren a Otaiza; ese es el mensaje. Se necesita ser un fiscal muy templado (y ojalá lo sea) para escudriñar los recovecos de la actuación del ex jefe de la Disip ignorando la virtual orden de Chávez de sacarlo del juego. Precisamente lo que tiene que ver con el capitán Otaiza es lo que más suspicacias levanta. El primero que tenía que haber aparecido ante la opinión pública es justamente quien fuera jefe de la policía política. En el caso aparecen involucrados varios miembros de ese cuerpo y, sin embargo, quien era su superior, el responsable de su conducta, no dice ni una palabra, está enconchado, la policía no lo interroga, va de «visita» misteriosa a la Fiscalía y no se sabe para qué. Por ese camino es imposible destruir la matriz de opinión que condena a Eliécer. Puede que sea inocente, pero ya nadie lo cree. Chávez, en lugar de absolverlo lo remató. Se puede comprender al Presidente: si Otaiza tuviera algo que ver con Montesinos, Chávez también. Tenían linea directa.
Para colmo, ayer salió la comandante Fosforito, Iris Varela, sugiriendo la posibilidad de censurar al fiscal si no «acciona» (el verbo es de la propia) llevando a juicio a los indiciados ya mismo, de una vez. ¿Por qué tanto afán? Iris (¿el MVR?) quiere que el caso sea cerrado ahorita mismo, limitando las responsabilidades a unos cuantos policías descarriados, y para colmo adecos, y a unos amigotes de Montesinos (el médico, el abogado). Ya no hay más nada que investigar, dice Fosforito llena de santa indignación. Ya todo está claro. Cilia Flores y Fosforito encontraron a los culpables y se los sirven en bandeja a la Fiscalía. ¿Qué espera Isaías para «accionar», metiendo presos a los que Cilia e Iris indican y cerrando el caso, para que Hugo y Miqui puedan despertar de la pesadilla?