La procesión va por dentro, por Simón Boccanegra
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El resultado de Barinas, a pesar de que Julio César Reyes perdió por un margen estrecho, fue extraordinario. Hay que ver lo que es obtener el 45% de los votos en un estado donde todo el peso de la famiglia y su capo se desencadenó contra él, con una violencia bíblica. No hubo insulto ni agravio que no se le prodigara, no hubo coerción ni chantaje que no se aplicara inmisericordemente contra sus partidarios.
Aun así, el hermanísimo apenas pudo sacarle cinco puntos de ventaja. Pero esta es la punta de un iceberg. La rebelión parcial del PPT, y la previsible reacción de Chávez contra ese partido, constituyen también un signo de los tiempos. Otras disidencias menores son evidencia de que la procesión anda por dentro. Y es que en el chavismo hay también demasiada gente harta de tanta camorra, de tanta palabrería tonitronante sin ningún contenido, de tanto bramido hueco, de tanto insultador tarifado.
Los resultados del domingo, con la ampliación del espacio opositor y la emergencia de disidencias significativas en Guárico, Portuguesa y Trujillo, no son golondrinas de un solo verano. Hay fisuras pero también fracturas abiertas en el oficialismo. Y eso no hay yeso que lo suelde. Porque no hay nada que estimule más los pases de facturas que una derrota.
Dentro de poco asistiremos a la vendetta de Chávez (porque, desde luego, él jamás admitirá sus propias culpas). Por lo pronto, vayan acomodando la isla La Borracha, destino inmediato de Diosdado, Aristóbulo, Mario Silva, Di Martino, Leonardo Salcedo y William Fariñas; vayan comprándose sus cavas y sus carpas, porque aquello es un pedregullero. Juan Barreto los está esperando.
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